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Anaya se lleva todo

Por Jorge Fernández Menéndez

¿Habrán valido la pena las rupturas, los abandonos, incluso la ruptura de tantos compromisos? Ricardo Anaya, como todos sabíamos desde hace meses, se proclamó candidato a la Presidencia de la República por el PAN y por el Frente (que dejó de lado eso de ciudadano porque serlo nunca fue su intención) sin un proceso interno real. Logró quitar a todos los que le molestaban del PAN y que un PRD, atenazado por sus propios miedos y falta de personalidad, y un Movimiento Ciudadano, anclado a las posibilidades de Enrique Alfaro (que dijo que si MC iba con Morena él rompería con el partido de Dante Delgado), lo hicieran su candidato. Anaya no sólo se queda con la candidatura, se queda con el control de los spots y de los recursos de la coalición, con la mayoría de las candidaturas estatales que pueden ser viables, salvo la Ciudad de México y Jalisco, y en los hechos con el Frente en su totalidad.

Pero ¿habrá valido la pena? Porque en el camino Anaya abandonó y rompió con Margarita ZavalaFelipe CalderónRafael Moreno ValleErnesto Cordero,  los senadores rebeldes y con la mayoría de los gobernadores. A la cargada del sábado, cuando renunció a la presidencia del partido para transformarse en candidato, fueron sólo los suyos, en su mayoría panistas sin demasiada historia política, incapaces de hacerle sombra, pero no fueron los gobernadores del partido, ninguno. Uno del círculo cercano a Anaya declaró que era “el único pelo en la sopa” del evento. Pues más que pelo es una cabellera completa: sin respaldo de sus gobernadores no hay campaña frentista de Anaya que pueda cuajar.

Mientras eso celebraban en el blanquiazul, Miguel Ángel Mancera respondía a los agravios perredistas, apareciendo el sábado con Cuauhtémoc Cárdenas a lamentar que el Frente no se hubiera dignado tener un proceso interno de selección de candidato que le permitiera participar. El PRD había aceptado que la candidatura presidencial era del PAN (que tendrá una suerte de proceso interno con Anaya superstar y personajes que lo acompañan, para revivir, en todos los casos, carreras políticas apagadas hace tiempo), había sacrificado a Mancera y en el colmo del agravio, Alejandra Barrales le había propuesto que renunciara a la Jefatura de Gobierno para integrarse al equipo de campaña de AnayaMancerano se integrará al Frente, no participará en la contienda, pero me imagino que de alguna forma respondió a Alejandra al darle el visto bueno a dos de sus más cercanos colaboradores, Salomón Chertorivski y Armando Ahued a que se inscribieran en la competencia interna contra Alejandra en la búsqueda de la candidatura capitalina, mientras que en el perredismo trataban de cerrar la brecha de agua con Mancera y Cárdenas, colocando de última hora a uno de los hombres más cercanos a Mancera, el exconsejero jurídico Manuel Granados, como presidente del partido durante un año, o sea lo que dure el proceso electoral, mientras que Ángel Ávila quedaba como secretario general.

¿Habrá valido la pena tanto sacrificio para alcanzar la candidatura presidencial? Sin duda, Anaya dirá que sí, aunque el camino haya quedado sembrado de metafóricos cadáveres. Pero lo valdrá sólo bajo un supuesto: ganar la Presidencia de la República. Si Anaya no gana, el PRD se quedará con sus diputaciones, alguna senaduría y quizás hasta con el gobierno de la Ciudad de México (aunque también con una profunda pérdida de identidad); Movimiento Ciudadano probablemente con Jalisco y sin duda que con más de lo que tendrían solos. Pero Anaya, si pierde, perderá casi todo. Colocará a los suyos en posiciones en el Congreso, pero el PAN y sus señas de identidad se habrán ido hacia otros rumbos, otros dirigentes, otros personajes, si es que logra sobrellevar esa derrota. Si gana, claro, todo su escenario cambiará.

Hasta ahora, Anaya ha asombrado a muchos de sus adversarios, internos y externos, usando una forma de hacer política muy similar a la de López Obrador, aunque se vista con un ropaje mucho más civilizado. Juega sus cartas, no se aparta un milímetro, hace compromisos, y si es necesario, no los cumple para seguir su camino. Puede apoyar una propuesta y luego rechazarla si siente que cambió la coyuntura política. Ninguno de los que fueron sus padrinos en su relativamente corta vida política han seguido con él y todos se inscriben hoy en la lista de sus adversarios; para trabajar se apoya en personajes con poca experiencia y poco peso político propio, pero incondicionales (Marko CortésDamián ZepedaFernando Herrera) y en aquellos que intentan regresar del naufragio (como Ernesto Ruffo).

Hay quienes dicen que Anaya los ha engañado. Creo que lo subestimaron o se dejaron engañar. Hasta ahora, hay que reconocer que, jugando al límite y saltando reglas, Ricardo Anaya ha logrado casi todos sus objetivos: le falta el último, la Presidencia de la República, que es una apuesta a todo o nada. Me sigo preguntando si habrá valido la pena. La respuesta la tendremos el primero de julio próximo. Información Excelsior.com.mx

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