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Ellos y las víctimas

Por Yuriria Sierra

Cuatro de cinco candidatos. Frente a ellos, víctimas de la violencia alojada en nuestro país. La oportunidad adecuada, que no ideal —porque miles de muertos no pueden ser un escenario deseable en ningún país—, para que quienes buscan gobernar empaticen con ellos. Son miles las víctimas: 120 mil 935 homicidios dolosos en el sexenio de Calderón, más los que van en el sexenio de Enrique Peña Nieto, que en marzo superaban por 15 mil 825 la cifra hasta 2006. Y, con ellos, con esos miles, también sus familias. Junto a éstos, aquellos otros, que tampoco están, pero no porque los hayan asesinado, sino porque alguien borró sus huellas para que no fueran encontrados; más de 35 mil 410 desaparecidos, según cifras oficiales, y sí, también sumamos a sus familias, porque aún los buscan. Con ellos, con sus representantes, se encontraron Ricardo Anaya, José Antonio Meade, Andrés Manuel López Obrador y Jaime Rodríguez Calderón.

Anaya les dijo que el camino a la paz tiene que andarse de la mano de la justicia, no de la impunidad. Prometió una fiscalía general, mando mixto policial en los estados, profesionalización de cuerpos policiales. También aseguró que retirarán a las Fuerzas Armadas a la brevedad.

López Obrador confesó que le gustaría que, en caso de ganar, el padre Alejandro Solalinde estuviera a cargo de Derechos Humanos en el país; de igual forma, piensa en Javier Sicilia al frente de una comisión encargada de la búsqueda de desaparecidos. También aseguró que las organizaciones civiles serían parte del diseño de la estrategia de seguridad.

El Bronco anunció que el próximo martes presentará una estrategia de seguridad para cada región del país; reiteró que, de ganar el 1 de julio, las Fuerzas Armadas seguirían en las calles. También aseguró que no echaría para atrás la Ley de Seguridad Interior.

Meade, el último en hacer su aparición, recordó lo que presentó en el debate: prevención, disuasión y rendición de cuentas, como ejes de una nueva estrategia de seguridad. Sin embargo, fue el más cuestionado por los asistentes; al ser el abanderado del PRI, le preguntaron por las cifras y el poco avance del gobierno de Enrique Peña Nieto para combatir la violencia.

Zavala, quien canceló su participación, aseguró que fueron problemas de agenda las razones por las que no pudo asistir. Dijo no tener miedo de dialogar con víctimas de la violencia, pero también sentenció, sin que nadie se lo preguntara, que las muertes —las que contamos de 2006 a la fecha— no han sido provocadas por el Estado, sino por los grupos del crimen organizado. Después de un día intenso, de mucha actividad mediática de los candidatos, Zavala ofreció una conferencia de prensa en la que reiteró su compromiso para “defender a las familias con instrumentos a la mano, cuando sea necesario”, como lo ha dicho desde que inició la campaña.

¿Qué tan reconfortados se habrán sentido los asistentes? Frente a ellos, cuatro de cinco candidatos se comprometieron a resolver, a su manera, la crisis de seguridad que vive el país, pero, ¿se habrán sentido escuchados? Hubo quien les precisó que no son sólo 43, sino que son miles de víctimas, ¿cómo habrá tomado esto alguno de los padres de los estudiantes de Ayotzinapa? ¿Cómo toman las familias de los muertos y desaparecidos el que, alguien que no pudo ir a decírselos de frente, les aclara que sus muertos y sus desaparecidos lo son, pero no porque el Estado no haya podido protegerlos?

La idea de un encuentro como éste es generar empatía entre unos y otros, porque sólo así se puede generar un clima de cooperación y confianza. ¿O cómo podremos combatir la violencia si no somos capaces de sentarnos a un diálogo fraterno? Sin esto, todo se queda en un mero acto de campaña. Información Excelsior.com.mx

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