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Imperio de la lonja

Por Francisco Zea

Después de pasar una semana en Orlando, Florida puedo explicarme la pasividad de Xi Jinping y Vladimir Putin al respecto de los Estados Unidos y su presidente, Trump. Me muero de risa con algunos políticos patéticos que critican al actual gobierno, no obstante que ellos fueron gobierno, que estuvieron en las entretelas del poder y fueron tapete de los gringos, entre el patio trasero y los trabajos que ni los negros quieren hacer y la falsa coordinación, que pasaba por la desconfianza de las agencias norteamericanas en los gobiernos panistas. Pero ahora entiendo la tranquilidad de los líderes globales, pues EU tiene ya enclavado en su núcleo el germen de su propia destrucción.

Hollywood es profético: en el argumento de la película de WALL-E  se explica claramente cuando los últimos sobrevivientes están viviendo en la nave y todos son transportados en un carrito antigravedad porque ya están tan obesos que no se pueden mover. Me queda claro que esa película fue una crítica a una sociedad que poco a poco se vuelve deforme, por gorda y además en donde la política y la corrección ya no importa, donde lamentablemente el racismo es tolerado por los ciudadanos y, por si fuera poco, se lo aplauden a su anaranjado presidente.

Sin hacer ningún estudio con rigor científico, la simple observación me ha dejado perplejo. De una cantidad enorme de asistentes a diferentes parques temáticos en Orlando, puedo asegurar sin temor a equivocarme, que un 65 por ciento de personas es obesa, de ésas un 70 por ciento tiene obesidad mórbida y un 35 por ciento es gente que ya está deforme, y por deforme, me hago cargo de mis palabras, gente que se desparrama en un carrito, que se les dificulta caminar, personas que no se sabe dónde empiezan y terminan, a la que antes de subirse a un juego se les sienta en los carritos para ver incluso si caben, por su propia seguridad y la de las otras personas que disfrutan de las atracciones.

La fiesta macabra de consumo de azúcar y calorías no termina: montañas de salchichas de cerdo, patas enormes de pavo, helados, refrescos, las harinas convertidas en donas, pretzels, bollos y el carnaval que parece que gente con los consecuentes problemas de sobrepeso no quiere ver o evitar, pero que son las que hacen las enormes filas en los carritos.

La decadencia del imperio norteamericano no vendrá por una guerra comercial, no será destruido por armas nucleares, será destruido por su propia voracidad para ingerir mierda y media y que además, este problema es ignorado por un presidente que tiene la misma conducta, que le gusta consumir hamburguesas y asquerosidades noticiosas.

Sin ser alarmista creo que Xi y Vladimir están “sentados a la puerta de su casa esperando ver pasar el cadáver de su enemigo”. No se necesita pelear mucho con un país de mucha gente decadente, que no se cuida y que sólo se sube a un carrito, porque se le dificulta caminar, para seguir comiendo basura. Un país que se descuida, deja de pensar y de crear. La digestión es uno de los procesos que más energía consume y para lo que comen estos señores su proceso debe de durar horas.

No tengo nada en contra de la obesidad, yo mismo tuve problemas serios al respecto, pero me ayudó mucho entender que no era normal, que no era sano y que la factura se pagaba disminuyendo mi calidad de vida. Saber que la obesidad es un problema de salud, que empieza por la cabeza y estrangula al corazón.

Si el señor Trump está ávido de imponer aranceles debería de empezar por imponer aranceles muy altos y tan mediáticos como los que pretendía con nuestro país a los vendedores de carbohidratos. Impuestos de 20% a los azúcares, de 30% a los carbohidratos y las grasas, destinar una parte muy importante del presupuesto, que quiere conseguir para su muro, en un programa de salud pública enfocado en acabar con la obesidad, que tanto a él como a su sociedad, les están ahogando el cerebro y no los dejan pensar, pues sus pulmones están oprimidos por sus carnes.

Me queda claro que el germen de la destrucción del imperio norteamericano está ya en ellos, y si el otrora país más poderoso del mundo se acaba, y los rusos y chinos se los comen, ni engordarán ni tendrán las panzas de los gringos. Información Excelsior.com.mx

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