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No es normal

Por Víctor Beltri

No, no lo es. No es normal el cariz que están tomando las cosas, y es preciso que nos demos cuenta antes de que sea demasiado tarde. Antes de que el país se nos salga de las manos.

La violencia —hay que reconocerlo pronto— se está apoderando del proceso: los asesinatos cometidos en contra de aspirantes a cargos públicos —incluso antes del inicio formal del mismo— no son sino un augurio espeluznante de lo que podría ocurrir en el futuro cercano, de no cambiar el tono del debate. La responsabilidad corresponde a todos los bandos: quienes hoy colocan una bota en el cuello de Ricardo Anaya ignoran que, en el arte de la guerra, siempre hay que dejar un escape digno al enemigo so riesgo de que se defienda, con todas sus fuerzas, hasta las últimas consecuencias. Y eso ha de ocurrir, sin duda. Misma responsabilidad que comparten quienes anticipan los chingadazos en caso de que no gane su candidato, o quienes ofrecen el espectáculo lamentabilísimo de una reyerta a sillazos en el Consejo Nacional de su partido. Todos están fomentando la violencia.

No es normal que la violencia haya dejado de ser noticia: tan sólo en el estado de Guerrero, al día de hoy y desde finales del año pasado, siete aspirantes a cargos de elección popular han sido asesinados y todo sigue como si nada hubiera ocurrido. Siete precandidatos que se suman no sólo a los estudiantes que nos hacen falta —o a las fuerzas del orden que han perdido la vida en el cumplimiento de su deber— sino también a los periodistas asesinados —y agredidos de forma cotidiana— y a los miles de ciudadanos que mueren cada año víctimas del crimen organizado, sí, pero víctimas también de la falta de resolución —y corrupción rampante— de unas autoridades que —a los tres niveles— ni son capaces, ni parecen tener la voluntad para implantar el Estado de derecho al nivel propio de sus atribuciones.

No es normal, tampoco, que la autoridad electoral se conduzca con tanta tibieza frente a un candidato que a priori desconoce cualquier resultado que no le favorezca, y aplique en su trato con él una inusual manga ancha. No es normal, tampoco, que quien deba vigilar un proceso no acuse el llamado de quienes denuncian el uso faccioso de las instituciones; no lo es, menos aún, que quien tiene como encomienda el buen curso de las elecciones no haya tomado, con firmeza, cartas en el asunto de la violencia que podría descarrilar los comicios de llegar a un punto extremo. No lo es.

No es normal que la gente esté tan molesta, aunque lo sea comprensible: tanto por los errores cometidos por la administración actual, como por las ambiciones —y el resentimiento— que han impedido el buen curso del gobierno en este sexenio. No es, por ende, normal —ni ético, ni prudente, ni justificable— que, sabiendo de la situación, se tire aún más de la cuerda: la expectativa de cambio ante la elección, si se conjunta con algún suceso deliberado para incrementar el irracional enojo social, podría devenir, en un instante, en una situación de violencia de la que tuvimos una muestra —pequeña— en los amotinamientos y saqueos posteriores al gasolinazo del año pasado. Es en estos momentos cuando tendríamos que estar actuando con más cautela: no es normal jugar con fuego cuando la pradera, además de seca, está impregnada con combustible. A nadie, en realidad, le conviene la violencia.

A nadie. Quienquiera que llegue al poder tendrá que sentarse a dialogar con los que fueron sus adversarios, y encontrar canales de comunicación que permitan la gobernabilidad: de lo contrario habrá de enfrentar una oposición infranqueable y, al cabo de unos años, tendrá que tragarse tantas palabras como las que ahora saborean —piedras de molino— Germán Martínez o Gabriela Cuevas y a las que no se atreverían de estar vivos Carlos Castillo Peraza, o Alonso Lujambio, o Efraín González Luna, o muchos otros, ante el temor del —certero— epíteto de “cipayo(a)”. No es normal gobernar con dos adversarios humillados que buscan venganza, como tampoco lo sería hacerlo al cobijo de las voces en la cabeza y el auspicio de la derecha más conservadora. No es normal que estemos así, a estas alturas del partido.

No es normal, en absoluto. Información Excelsior.com.mx

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