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Para Beatriz Gutiérrez Müller

Por Francisco Zea

Apenas la semana pasada escribía del caso de Ingrid y de Fátima de 12 años, una niña del Estado de México, cuando esta semana la terrible noticia del secuestro y muerte de otra niña también llamada Fátima de siete años nos volvió a sorprender. Lo que sabemos hasta el día de hoy sobre los motivos de los presuntos secuestradores y asesinos de Fátima, Giovana y Mario “N”, hace que nos estremezcamos aún más. Al parecer la pequeña fue secuestrada por una amiga de la familia para satisfacer las desviaciones sexuales y mentales del marido. Según lo dicho por Omar García Harfuch, secretario de Seguridad Ciudadana de la Ciudad de México, abrió también un grave problema de consumo de drogas y de violencia intrafamiliar en el núcleo de los presuntos responsables, que, dicho sea de paso, también son padres de dos hijos.

Quiero invitarlos a que, juntos, hagamos un ejercicio, que seguramente resultará muy doloroso. Imaginemos los momentos finales de la pequeña Fátima, sí, el momento en donde un maldito loco le desgarraba la piel, pero también le desgarraba el alma; la confusión de una pequeña que no atina a entender por qué le están haciendo eso, que se pregunta, ¿por qué le duele tanto?, ¿por qué alguien le hace daño?, ¿por qué le grita a su mamá para que le ayude y ésta nunca aparece?, que está aterrada con el cuerpecito entumido de tanto apretar manos y piernas con los ojos secos porque las lágrimas se agotaron de tanto llorar. Una pequeña viviendo una angustia inimaginable, una bebé a la que le están arrancando toda la vida, los sueños y el último suspiro. Ahora yo le pregunto a usted: ¿cuál es su más terrible e íntimo miedo? Algunos me podrán decir que morir ahogados, quemados o cualquier otra historia que en nuestra mente nos causa una puntual angustia, imagínese que todo esto se haga realidad. Esta pequeña vivo la suma de todos sus miedos, haciéndola vivir un terror que ni siquiera sintió en sus más crueles pesadillas, porque, a su corta edad, no le dio ni tiempo de imaginarlos.

No puedo creer en la mezquindad de los políticos de este país, quiero dejarles muy claro que los responsables de la muerte de Fátima, de Íngrid, de la otra Fátima del Edomex, no son los policías, no es el presidente López Obrador, no es Mario y Giovana, sino todos nosotros, esta sociedad podrida e indolente que está sumida en la inyección y el valemadrismo criminal, amén de una escala de valores en donde lo menos importante es el amor, la solidaridad y la preocupación por el de junto. Es triste, como lo escribí la semana pasada, que seamos una sociedad que responde a golpes mediáticos, que responde a veces también a los impulsos o a las tretas de la clase política. Resulta ridículo culpar al Presidente de la República de los feminicidios. Me queda claro que hay irresponsables y criminales de la vida política que están utilizando los terribles hechos de violencia en contra de las mujeres para atacar al Presidente. La tendencia de feminicidios al alza en México no ha sido interrumpida desde, por lo menos, un lustro. Por el otro lado, me parece que el ciudadano debería de mandar al carajo a sus adversarios políticos en este caso y ser más empático y sensible en el tema. Entiendo la susceptibilidad que puede tener aquí cualquier asunto, pues se utiliza en su contra, pero, por el otro lado, también debe de reconocer el dolor innecesario y el sufrimiento de miles de familias que han tenido que vivir el calvario de reconocer el cuerpo mutilado de sus hijas. No tengo idea de quién es la genial ocurrencia de venderle, a usted, ciudadano Presidente, que hay que impulsar también un paro de hombres, lo que significa dividir otra vez más a la sociedad. Si alguno de los nalgasprontas, lambiscones que lo rodean le inventó que ésta es una nueva idea para desestabilizarlos, para golpear a la 4T, le están mintiendo otra vez. El 24 de octubre de 1975, en Islandia, que en aquel entonces era un país de 220 mil habitantes, las mujeres lucharon por sus derechos, se ausentaron y ejercieron su prerrogativa de no ser visibles. Entiendo que, parapetados al interior de un movimiento justo, están enquistados agentes de sus enemigos y adversarios conservadores. Pero desenmascárelos, exhíbalos y sea empático con las mujeres, mujeres de un país en donde es culturalmente aceptable pegarles y maltratarlas.

Doña Beatriz Gutiérrez Müller, apelo a su sensibilidad, a su inteligencia y a la lucha que siempre ha apoyado para defender a su género, para que convenza al ciudadano Presidente de apoyar ese movimiento. Que entienda que el reclamo no es para él, sino para una sociedad petrificada por el egoísmo que debe de ser una bomba en contra de una roca de intereses e incompetencia. Las mujeres merecen que el ciudadano Presidente esté de su lado, las escuche y sea sensible. En México se ha convertido en una mala noticia ser mujer y usted tiene el poder de convencer al que tiene el poder, a su vez de cambiar la ecuación e impulsar un cambio cultural que de verdad nos lleve a vivir en equidad real y no fingida. Y a quienes quieren utilizar esto políticamente para atacar al Presidente o atacarse mutuamente, se los digo de frente, que se vayan al carajo. Información Excelsior.com.mx

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