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¿Quién piensa que las cosas serán fáciles? ¿Sólo el demagogo?

Por Ángel Verdugo

Uno de nuestros males más extendidos y difíciles de curar, es el pensamiento mágico. Éste se expresa de varias maneras; en unos casos es la tontería de pensar en positivo y otra, aun peor, es la de echarle ganas. ¿Qué problema no podemos resolver con esos dos recursos, infalibles y poderosos? A las recetas mágicas anteriores agreguemos El Hombre Providencial el cual, ¿cómo negarlo?, nos lo envía el Todopoderoso para salvarnos, para construir el paraíso terrenal al cual, sin pagar boleto, todos entraríamos.

Hoy, lo que hemos visto en los casi cinco meses transcurridos desde el 1 de julio de este año demuestra, fehacientemente, que México y los mexicanos estamos en una situación parecida a la que configuran los tres elementos citados (Pensar en positivo, echarle ganas y El Hombre Providencial) que es, no otra que creer —como acto de fe—, que con esos tres elementos llegará la felicidad eterna para todos y también, elemento central de esa ilusión que parece haberse apoderado de decenas de millones: todo en la vida es fácil; sólo se requiere desearlo.

Sin embargo, por encima de que fuere usted uno de los ingenuos que habría creído eso de que como México no hay dos y su complemento natural: la unicidad mexicana, no vayamos a pensar que somos o hemos sido los únicos en estar casi en olor a santidad para haber merecido ese regalo divino, el de El Hombre Providencial. No, en verdad, de ninguna manera somos los únicos.

Antes de nosotros, los cubanos también estuvieron así frente a su Hombre providencial, su salvador caído del cielo; también, no pocos chilenos antes del golpe de Estado de Pinochet, y Argentina con la pareja destructora de los Kirchner y antes que llegara ésta, hubo otra más destructora que fue la que conformaron Perón y Evita.

Injustos seríamos si dejáremos fuera a los bolivianos con la llegada al gobierno eterno de Evo Morales, y su hipócrita escenografía para exhibirse como un auténtico indígena. Por otra parte, ¿cómo ignorar, o pretender hacer menos a esa pareja, sui generis por decir lo menos, del guerrillero devenido en dictador de Daniel Ortega y su poetisa esposa, Rosa Murillo, que, a golpes de karate, arremete en contra de la poesía?

América Latina es una región rica en eso de recurrir a lo mágico y providencial, para enfrentar y resolver nuestros graves y profundos problemas estructurales. Lo nuestro es voluntarismo ramplón, y la propensión al milagro de la llegada del salvador la cual, lo único que produce es cobijar la irresponsabilidad de cada uno al negarnos a entender y aceptar que nuestro futuro, debemos construírnoslo, no esperar a que nos caiga del cielo.

Hoy pues, una vez más desde Lázaro Cárdenas (Tata Lázaro), el salvador se encuentra entre nosotros; ha llegado a redimirnos para que todos, sin dificultad alguna y en el instante mismo que El Hombre Providencial rinde la protesta de ley, todos —sin excepción— nos volveremos buenos, honrados y unas blancas palomas.

Ante esta visión digna de la Edad Media debido a su oscurantismo, ¿cómo decirle a alguien que las cosas no serán fáciles en los años por venir?, ¿cómo convencer que es una ilusión pretender resolver problemas estructurales con dádivas de toda índole, y subsidios generalizados sin racionalidad alguna y sin recursos para sufragarlos?

¿Cómo combatir esa propensión tan nuestra, de venerar y colocar en un pedestal al demagogo que todo promete y repite en cansina letanía, que para todo alcanzará? ¡Pobre México!

Información Excelsior.com.mx

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