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¡Salud, España!

Por Pascal Beltrán del Rio

Los brindis han formado parte de la historia de la humanidad. Incluso si no quisiéramos remontarnos a sus orígenes milenarios, podemos encontrar una sólida tradición mundial, de cuando menos 150 años en ceremonias oficiales y otras, de alzar una copa y manifestar buenos deseos en una ocasión especial.

El brindis tiene su lugar bien ganado en la literatura. En noviembre de 1879, durante una cena para honrar a veteranos de guerra, los generales estadunidenses, encabezados por el presidente Ulysses Grant, encontraron 15 motivos para levantar sus copas antes de que, exasperado, el escritor Mark Twain, ahí presente, tomara la palabra.

El último de esos brindis propuestos por los comensales había sido “por los bebés”. Twain, quien ya tenía una bien ganada fama como humorista, intervino para decir lo siguiente:

“No hemos sido todos nosotros generales, poetas u hombres de Estado, pero cuando brindamos por los bebés tenemos algo en común”, improvisó. “Es una pena que durante mil años, los banquetes del mundo se hayan olvidado de los bebés, como si nada importaran”.

Ese discurso de Twain provocó sonoras carcajadas entre los asistentes, quienes ya habían tomado varios tragos de brandy, y es un clásico de las letras.

Podrían escribirse libros completos sobre los brindis en visitas oficiales de jefes de Estado y gobierno a otros países.

De hecho, fue el presidente estadunidense Grant el primer anfitrión de una cena de Estado en la Casa Blanca, donde recibió al Kalakaua, el rey de Hawái, a quien se conocía como el monarca alegre. Sobra decir que esa noche del 22 de diciembre de 1874 corrió el vino para festejar al visitante, que gustaba de entretener a sus amigos tocando el ukelele.

Casi nunca ha faltado, con todo y brindis, en las más de 350 cenas de Estado que se han llevado a cabo en la Casa Blanca desde entonces. Mi buen amigo y compañero de páginas, José Elías Romero Apis me recordaba que, incluso, se ideó un vino con motivo de la visita del presidente francés François Mitterrand a Washington, durante el periodo de Ronald Reagan.

El Opus One, un Bordeaux creado de la mezcla de uvas de California —tierra de origen de Reagan— y Francia, fue concebido por Robert Mondavi, el productor de vino del Valle de Napa, y el barón Philippe de Rothschild.

Los brindis, como acto central de una visita de Estado, no han estado ausentes ni en los casos en que el Presidente estadunidense no es afecto a consumir alcohol (aunque sí, por motivos religiosos, cuando el visitante ha sido practicante del islam).

Se sabe que el presidente Donald Trump no toma, pero sí pidió a sus invitados alzar sus copas durante la cena de Estado que ofreció a su homólogo francés Emmanuel Macron, en abril del año pasado, deseando que “nuestra amistad crezca aún más y nuestras sagradas libertades no mueran jamás”.

El brindis “no tiene que ver con el consumo de alcohol, sino con un acto ceremonial”, dice Romero Apis. “Es más, la mayoría de las veces los presidentes apenas se mojan los labios en esas ocasiones”.

Tampoco son los brindis entre mandatarios sólo para expresar parabienes. En febrero de 1979, hace casi 40 años, durante la visita de Jimmy Carter a México, se realizó una cena en la embajada estadunidense, en la que el brindis tuvo un tono de reproche.

Fue extraña la ausencia de vino y brindis en la comida que ofreció Andrés Manuel López Obrador al presidente del Gobierno de España, Pedro Sánchez, el miércoles pasado, en el Colegio de San Ildefonso.

En más de 30 años como periodista, me ha tocado cubrir decenas de visitas oficiales a México y es la primera vez que recuerdo que sucede eso.

Durante la preparación de la primera visita de un mandatario extranjero a México en el presente sexenio, se hizo saber a la parte española que no se serviría vino, aunque no se explicó por qué, lo cual causó extrañeza, según me contó un diplomático que participó en las conversaciones. Si fue por abstinencia o austeridad, no queda claro. Sólo se sabe que no fue un descuido.

No hubiera tenido nada de malo aprovechar la oportunidad para presumir los grandes vinos mexicanos y dar una mano a los desesperados productores del Valle de Guadalupe y otras partes del país, castigados en lo fiscal y de otras maneras. Especialmente si tomamos en cuenta que los españoles están entre los principales pueblos conocedores de vino en el mundo.

Más aún, dejar sin el tradicional brindis a la delegación visitante me pareció desafortunado.

Por eso, aprovecho para desear larga vida a nuestros hermanos del otro lado del Atlántico, a unos días de que se cumplan 500 años del encuentro que, pese a todos los actos condenables que tuvieron lugar durante la Conquista y los tres siglos de la Colonia, fue el origen de lo que es hoy la nación mexicana. ¡Salud!. Información Excelsior.com.mx

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