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Tiempos de ruptura y unidad

Por Jorge Fernández Menéndez

Hoy el Frente Ciudadano se registrará como tal en la Ciudad de México, con el respaldo del PAN, el PRD y MC. Es posible que, de acuerdo a cómo desarrolle el Frente su proceso de selección de aspirantes, pudiera integrarse con ellos Nueva Alianza. Como en el ámbito federal, el debate en esa coalición gira en torno a la selección de la candidatura capitalina. Todo indica que, de la misma forma en que Ricardo Anaya irá por la presidencial, será
Alejandra Barrales la que compita por la ciudad.

En los dos casos existen profundas diferencias: para la candidatura presidencial tanto Rafael Moreno Valle como Miguel Ángel Mancera quieren competir y demandan un proceso abierto de selección. Lo mismo se reproduce en la Ciudad de México: más allá de que hay varios aspirantes, ahí está todavía abierto el expediente de Ricardo Monreal (parece ser que, no ha habido ninguna declaración pública al respecto, el recorrido automovilístico de Ricardo con López Obrador no generó cambio alguno en su decisión), pero su posible candidatura por el Frente, que lo haría más competitivo que Alejandra, no termina de ser contemplada, salvo por Movimiento Ciudadano.

Es la designación de candidatos lo que puede detonar la unidad del Frente y la única estrategia de sus dirigentes, hasta ahora, parece ser aguantar las presiones, alargar al máximo posible las designaciones, para darlas a conocer a última hora, cuando ya no haya tiempo de generar alternativas distintas. Es algo así como jugar a la ruleta rusa.

El PRI, por su parte, está llevando muy bien su proceso interno para la Presidencia, pero tampoco está exento de problemas en los estados donde tendrá elecciones. La idea parece ser que, teniendo candidato presidencial, lo que tendría que ocurrir en las dos próximas semanas, se podrán cuadrar, de acuerdo con el candidato, los amarres internos del propio PRI y las designaciones en los estados.

Por ejemplo, en Veracruz, la distancia entre los Yunes priistas, Héctor y José, se amplía y cada uno juega con su equipo. José considera que existía un acuerdo de que en la anterior elección iría Héctor, pero que en ésta el candidato sería él, mientras que Héctor, quien controla el PRI local, quiere repetir, luego de la derrota del 2016. En Puebla, donde hubo consejo político local la semana pasada, el PRI está en dificultades, entre otras razones por la influencia que el exgobernador Moreno Valle tiene en muchas de sus decisiones. En la propia Ciudad de México, el PRI colocó a Eruviel Ávila al mando del partido y su primera intención fue contactar a Monreal (aparentemente sin éxito). Se espera que uno de los cuatro aspirantes presidenciales del tricolor que no alcance la presidencial contenderá por la ciudad. A ver si aceptan. De todas formas, hay diferencias internas (como sucede con la reaparición de Cuauhtémoc Gutiérrez) que no pueden ser soslayadas. En Morelos, todo luce complejo, con un PRI muy dividido y débil, y una izquierda fragmentada y enfrentada a muerte, como lo demuestra la orden de detención del rector de la Universidad Autónoma del Estado de Morelos, Alejandro Vera. Aunque parezca mentira ha sido Cuauhtémoc Blanco, el factor disruptivo en el equilibrio político de ese estado. ¿Se atreverá el PRI a ir con quien parece ser ya el candidato del Partido Encuentro Social?

En Yucatán, hay varios grupos enfrentados, el del gobernador Rolando Zapata, los del diputado Jorge Carlos Ramírez Marín, quien considera que ahora sí es su turno, aparece en el escenario Pablo Gamboa (hijo de Emilio, pero ya un político con perfil propio) y ahí está, presionando en lo federal para cosechar en lo local, la exgobernadora Ivonne Ortega.

En Chiapas se da una situación particular. El PRI y el Verde gobiernan coaligados el estado, pero no están aliados en presidencias municipales ni en el Congreso, con la diferencia de que allí el Verde es más fuerte que el PRI. La distancia entre ambos partidos, más allá del respaldo mutuo al gobernador Manuel Velasco, se ha ampliado durante estos años. En el PRI, la larga gestión de
Roberto Albores Gleason, y la forma en que se procesó la sucesión partidaria a favor de Julián Nazar, no han ayudado ni a la relación con el Verde ni con las fuerzas internas: Juan Antonio Aguilar Bodegas (excandidato a gobernador) ha dejado el PRI y lo mismo amenaza con hacer Willy Ochoa, un político muy cercano a Manlio Fabio Beltrones.

Lo cierto es que si el PRI y el Verde no logran una candidatura de unidad en Chiapas, que supere todas estas fracciones, no tendrán oportunidad de mantener la gubernatura. Y Chiapas representa, además del gobierno estatal, cerca de un millón y medio de votos para el candidato presidencial priista.

Esa tensión en varios estados es lo que demanda, además, tener con tiempo la candidatura presidencial en el PRI, porque ese factor es decisivo para saber cómo se distribuirán posiciones y para saber cómo (la dirigencia nacional de ese partido, el futuro candidato y el propio presidente Peña) deciden quiénes acompañarán en los estados y en las listas de diputados y senadores al aspirante presidencial. Información Excelsior.com.mx

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