Pascal Beltrán del Río
El caso de Hernán Bermúdez Requena, exsecretario de Seguridad de Tabasco, se ha convertido en una pieza clave para entender las tensiones y contradicciones de la narrativa del oficialismo. Lo que se presenta como una victoria en la lucha contra la impunidad es, en realidad, un espejo que refleja la disonancia entre el discurso público y la realidad de la información que ha estado disponible para el Estado desde hace años.
La historia de las conexiones criminales de Bermúdez Requena no es reciente. Los documentos filtrados de la Secretaría de la Defensa Nacional en los llamados Guacamaya Leaks revelan que la inteligencia militar lo tenía en la mira desde al menos 2019, identificándolo como un actor crucial en la red delictiva de Tabasco. A partir de 2021, los mismos reportes lo señalaban como el líder de un grupo criminal local conocido como La Barredora, que servía como un brazo operativo para el Cártel Jalisco Nueva Generación en el estado.
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Esta información de inteligencia se conocía mucho antes de que se tomara alguna medida pública. De hecho, cuando una reportera preguntó directamente al entonces presidente Andrés Manuel López Obrador en octubre de 2022 sobre los vínculos de su exsecretario de Gobernación, Adán Augusto López, y su gabinete de seguridad con el crimen organizado, la respuesta fue una defensa enérgica. El Presidente defendió la honestidad de Adán Augusto y descalificó a los medios de comunicación que exponían estos nexos, tachando la información como “calumnia” y “mañas del hampa del periodismo”.
Este patrón de negación persistió. A principios de enero de 2024, en un contexto de creciente violencia en Tabasco que eventualmente obligaría a Bermúdez a renunciar, el entonces Presidente minimizó los hechos. Durante una conferencia en Villahermosa, condenó lo que consideró una “manipulación mediática” de la situación, a pesar de que la renuncia de su secretario de Seguridad era inminente.
El discurso oficial, sin embargo, ha sufrido un giro con la llegada de la presidenta Claudia Sheinbaum. La nueva narrativa sostiene que fue López Obrador quien solicitó la destitución de Bermúdez en 2023, al tener “indicios” de sus vínculos criminales. Esta versión de los hechos, aunque conveniente para justificar la inacción previa, choca frontalmente con la cronología de eventos. Si el gobierno de López Obrador tenía el conocimiento en 2023, ¿por qué un año antes, en 2022, el propio Presidente calificó las mismas acusaciones como “calumnias”?
La discrepancia en la versión oficial es aún más notable en la lentitud de la acción judicial. Bermúdez Requena renunció al cargo en enero de 2024, pero la orden de aprehensión en su contra se emitió hasta el 14 de febrero de 2025. Esta ventana de tiempo le permitió salir del país y eludir a la justicia por un lapso prolongado, hasta su detención en Paraguay. Este retraso, sumado al conocimiento previo que el Estado tenía de sus actividades, plantea serias preguntas sobre la voluntad de actuar.
La situación se vuelve aún más compleja con las declaraciones del actual gobernador de Tabasco, Javier May, quien, en medio de la crisis de seguridad, declaró que “quienes estuvieron antes que nosotros tendrán que explicar” lo que sucedió, apuntando directamente a la administración de Adán Augusto. Esta postura del gobernador rompe con la narrativa unificada del oficialismo y subraya una tensión interna por la responsabilidad.
Quizás el punto más revelador de esta historia sea la selectividad con la que se ha aplicado la justicia. Si bien se persiguió y capturó a Hernán Bermúdez, la defensa del exsecretario de Gobernación Adán Augusto López ha sido inquebrantable.
El caso de Bermúdez Requena no es sólo la historia de un funcionario corrupto, sino un reflejo de cómo la narrativa oficial ha sido cuidadosamente tejida para proteger la imagen del proyecto político. El conocimiento de inteligencia fue ignorado públicamente, la violencia fue minimizada mediáticamente, y la justicia se aplicó de manera selectiva. El combate a la corrupción y el ideal de la cero impunidad se han mostrado como un lema flexible, en el que la “calumnia” de ayer se convierte en la justificación de hoy, todo por el bien de mantener un discurso unificado. Información Excelsior.com.mx
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