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Los partidos dan la espalda al Ejército

Por: Jorge Fernández Menéndez

Tamaulipas, sobre todo en la frontera de Reynosa, es una catástrofe en términos de seguridad. Chihuahua está volviendo a ser tierra de nadie en varias zonas serranas, sobre todo, en el territorio del triángulo de oro, lo mismo sucede en Durango. En Sinaloa continúa la guerra entre las fracciones del cártel que encabezó Joaquín El Chapo Guzmán, dividido en, por lo menos, tres grupos enfrentados entre sí, y de ellos con los remanentes de los Beltrán Leyva y el Cártel Jalisco Nueva Generación. La violencia ha crecido en Veracruz y en Guerrero estamos viendo combates casi abiertos en Tierra Caliente. En Puebla los huachicoleros (que trabajan con los mismos grupos en Hidalgo, Veracruz y Tamaulipas) defienden con uñas y dientes su negocio que les deja nada más y nada menos que mil 600 millones de pesos al mes.

Ése es el escenario de la inseguridad que se agudiza en estas y otras entidades con los cambios de administración estatal. En todos los estados donde ha habido cambio de gobierno se rompen los frágiles hilos del control (o si se quiere en algunos casos de complicidad) y la seguridad se derrumba, pero quienes llegan a gobernar salvo honrosas excepciones no tienen idea de lo que van a hacer más allá de pedir ayuda a la Federación y responsabilizar de la situación a sus antecesores.

Cuando se pide ayuda a la Federación, como ocurre hoy en Tamaulipas y en muchos otros estados, lo que se está haciendo es pedir que vayan soldados y marinos, en algunos casos policías federales. Pero esos soldados y marinos van sin protección legal porque los mismos partidos que demandan su apoyo están bloqueando la ley de seguridad interior en el Congreso. No la han dictaminado y no están dispuestos a hacerlo.

Morena y su dirigente López Obrador, en el colmo de la irresponsabilidad llama a retirar al Ejército de las calles, lo califica como perpetrador de masacres y dice que no se “puede enfrentar al pueblo con el pueblo”, con lo que dejaría a las comunidades en manos de los criminales, y al estilo de la novela Ingobernable (realizada, claro, por Epigmenio Ibarra quien escribe también los guiones de Andrés Manuel) los narcotraficantes y criminales son, al mismo tiempo, guerrilleros salvadores de la patria. No tiene Morena la menor idea de qué hacer con la seguridad, pero lo que pareciera querer es el voto, el apoyo, de estos grupos tan poderosos como criminales.

El PAN y el PRD en la Cámara de Diputados no tienen esa retórica, pero tampoco sacan la ley de seguridad interior con la excusa de que no sale la de Mando Mixto Policial. Son dos leyes diferentes, que, además, en el tema del Mando Mixto tiene errores graves de diseño, mismos que resulta inconcebible que se den entre los panistas cuando tenían en la administración Calderón un diagnóstico preciso y acertado sobre qué hacer con la policía y cómo avanzar en el Mando Único. Pero más allá de eso lo cierto es que hoy el PAN en todos los estados que ha asumido el gobierno el año pasado, está en serios problemas de seguridad, con un deterioro real respecto a las administraciones anteriores, en todos reclama la presencia del Ejército y sus gobernadores dicen confiar en las fuerzas militares pero resulta que sus diputados no quieren impulsar una ley que les permita a esas fuerzas militares cumplir, protegidos por la ley, con su deber. Esa no es responsabilidad de sus antecesores, es completamente suya.

En el PRD tienen perdida la brújula hace tiempo con este tema. Y se comprende cuando Miguel Ángel Mancera quiere mantenerse como independiente pese a su relación con el PRD. Mancera desde la Conago ha sido el gobernador que con mayor claridad ha defendido a las Fuerzas Armadas, mientras el PRD mantiene silencio (no vaya a ser que los critique Morena) y siguen bloqueando la ley de seguridad interior. La paradoja es que sus otros gobernadores (Graco Ramírez, Silvano Aureoles y Arturo Núñez) también, necesitan y tienen el respaldo militar para garantizar la seguridad en sus estados. Pero en el Congreso la parálisis continúa.

Hay otros efectos en todo esto: esa parálisis lleva a que los grupos criminales adopten, como sucede en Puebla, políticas mucho más explícitas y entren en el terreno político y electoral. Que los huachicoleros organicen movilizaciones en el llamado triángulo rojo de Puebla pidiendo la salida del Ejército sería de risa si no fuera una señal del grado de penetración de los grupos criminales entre las comunidades. Por otra parte, siguen la mayoría de los estados sin construir sus propias policías locales, y cuando lo intentan lo hacen sin un proyecto de largo plazo, porque no está definido el modelo de construcción. E incluso tampoco crece la Policía Federal por las mismas razones.

La seguridad ha empeorado por errores, por omisiones, por corrupción, porque se han dado circunstancias específicas en distintos estados que permiten explicar esa situación. Pero, sobre todo, lo ha hecho porque no existe un andamiaje estructural serio que permita garantizarla, porque los partidos la están tomando como bandera electoral y no quieren avanzar en las reformas que se requieren en algunos casos desde hace tres sexenios. Y porque también hay muchos que creen que se pueden beneficiar política y económicamente de esa parálisis e incertidumbre.

ELBA ESTHER CON AMLO

Me resistía a creerlo, pero todo indica que es un hecho: las fuerzas leales a Elba Esther Gordillo se van con López Obrador y apoyan a Delfina Gómez. Elba Esther ayudó a ganar a Felipe Calderón y a Enrique Peña Nieto, pero quién sabe qué fuerzas tendrá a esta altura, qué peso en el magisterio. En su caso, luego de los años de prisión que ha sufrido se entiende que busque la revancha, pero en el de López Obrador que la calificó tantas veces como la suma de todos los males, como la personificación de la mafia en el poder, resulta una enorme incongruencia. Otra más. Información Excelsior.com.mx

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