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Militares

Por: Pascal Beltrán del Rio

Si yo fuera soldado o marino, estaría harto. Quizá pueda darme el lujo de decirlo porque no lo soy.

Por su sentido del honor y el deber, los militares mexicanos deben aguantar estoicamente las pruebas a su paciencia y a su dignidad como las que han aparecido en días recientes.

Comencemos con las insinuaciones –si no es que fueron dichos– del presidente estadunidense Donald Trump, en el sentido de que los militares mexicanos han sido ineficaces en la lucha contra el crimen organizado y hasta que tienen temor de actuar.

Me parece que faltó defender con mayor firmeza a soldados y marinos ante tal ofensa, conocida en el contexto de la llamada telefónica entre los presidentes Trump y Peña Nieto.

Pero tampoco fue necesario: a los pocos días, elementos de fuerzas especiales de la Armada llevaron a cabo un operativo tan bien ejecutado en Tepic –donde abatieron a un grupo delincuencial que se resistió a ser detenido– que callaron la boca de quienes dicen que no están bien entrenados.

Habría que explicar al señor Trump y a otros incrédulos o cizañosos que si algo funciona bien en México son las Fuerzas Armadas. Y que los militares mexicanos no pidieron estar en esta lucha sino que la falta de policías capacitados los ha obligado a participar en este frente.

Es curioso que en este país algunos políticos y comentaristas se pongan del lado del crimen organizado cuando se trata de hablar de la actuación de los soldados y marinos.

A diferencia de lo sucedido en Colombia, donde la sociedad civil jamás perdió el foco de dónde estaban el bien y el mal, en México hay quienes no dudan en convertir en víctimas a los narcotraficantes.

Lo cierto es que a pesar de que algunos de sus elementos han violado la ley, la institución militar ha sido muy cuidadosa en su actuación.

Y si no, hay que ver cómo tuvieron que aguantar los soldados hace unos días los insultos de un grupo de sembradores de amapola, cuyos plantíos iban a erradicar, como marca la ley. Desde esos mismos sembradíos, por cierto, se había disparado contra un helicóptero de la Fuerza Aérea.

Pese a ello, los militares han tenido que escuchar reclamos de una parte de la comentocracia y de un aspirante presidencial.

Los han tildado de asesinos y secuestradores, siempre sin pruebas. Les han dicho que la ley de seguridad interior, propuesta ante el Congreso de la Unión, es una estratagema para “militarizar” al país cuando varias veces el Ejército y la Marina han aclarado que lo que quieren es regresar a sus cuarteles para cumplir con sus tareas regulares.

Para colmo, el líder de sicarios que ordenó y ejecutó una emboscada contra un convoy del Ejército en Culiacán, el 30 de septiembre pasado, pudo salir caminando del penal de esa ciudad, con la evidente complicidad de autoridades civiles.

Por eso, digo yo, hay razones para el hartazgo. Pero los militares soportan en silencio esos agravios. En parte porque saben que cada vez que hablan, así sea para defenderse de calumnias, no faltan quienes los acusen de tramar un golpe de Estado.

Buscapiés

La vergonzosa decisión de robar el jersey de Tom Brady, en plena celebración de la histórica victoria de los Patriotas en el Superbowl LI, parece haber sido personalísima. Pero será imposible evitar que parte de los insultos caigan sobre el país completo. Me temo que esto sirva como combustible a la estigmatización que Donald Trump ha hecho respecto de México. Hay que decirlo fuerte: no todo somos así.

Tardó años en hacerlo pero, finalmente, la organización terrorista vasca ETA reconoció públicamente la futilidad de su lucha, que ha dejado cerca de 800 muertos. Hace unos días anunció que entregaría las armas que le quedan. Ojalá sea el capítulo final de su historia de violencia. Como lección quedará que matar en nombre de la ideología es un camino que nada de positivo puede dejar.

Quiero agradecer las muestras de cariño y confianza que nuestro diario ha recibido de parte de sus lectores con motivo de su centenario, que se cumplió el sábado pasado. La rapidez con que se agotó ese día la edición impresa conmemorativa confirma la relevancia de los periódicos y el periodismo, y valida la decisión de don Olegario Vázquez Raña y Olegario Vázquez Aldir de rescatar Excélsior hace ya once años.

Fuente. Excelsior.com.mx

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