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¿Dónde está el gobierno de coalición?

Por Jorge Fernández Menéndez

Ricardo Anaya se reunió ayer con Angela Merkel, quien luego de una intensa lucha política logró reelegirse por cuarta vez en el cargo de primera ministra de Alemania, en un gobierno de coalición con el Partido Socialdemócrata.

El candidato del Frente aprovechó para dejar el país y reunirse con Merkel (y lo hará también con el nuevo presidente de Chile, Sebastián Piñera, ambos mandatarios de partidos hermanos del PAN) en un momento clave, previo al inicio de las campañas, cuando deben darse a conocer oficialmente las listas de la coalición frentista para el Congreso y cuando existe una fuerte presión de
Miguel Ángel Mancera, que refleja su desconfianza, para que se establezca con claridad que los partidos del Frente realmente plantean construir un gobierno de coalición con todo lo que eso implica.

Mancera quiere, incluso, un documento formal al respecto, molesto aún por la impugnación que desde el PAN, vía Gustavo Madero, hicieron de su candidatura al Senado. Anaya dejó a sus operadores en esas negociaciones para no involucrarse personalmente y aprovechará para tratar de internacionalizar su candidatura y su disputa por las acusaciones que ha recibido del PRI por malos manejos financieros.

Ayer, en el encuentro con Merkel, el candidato dijo que el gobierno de coalición en Alemania traerá “desarrollo y bienestar” como ocurrirá, dijo, en México si gana el Frente. Pero en realidad, el modelo del gobierno de coalición que tendrá Alemania en este cuarto periodo de Merkel no tiene nada que ver con el que se propone en México. En todo caso, está mucho más cerca de lo que propone Mancera que de lo que el propio Frente ha decidido hasta ahora.

En Alemania, el sistema es parlamentario. Merkel y su partido socialcristiano ganaron sin mayoría. Durante los años anteriores habían gobernado en una coalición con sus rivales del Partido Socialdemócrata por dos razones: para frenar el crecimiento de los partidos de ultraderecha y para mostrar un frente común y mantener un gobierno fuerte en una Europa que estaba en crisis y tentada, como ocurrió luego con el Brexit, a romper los lazos comunitarios. Renovar la coalición no fue una tarea sencilla: primero, cada uno de los partidos participó en solitario en los comicios y midieron ahí sus fuerzas; luego, cuando comprobaron que se necesitaban mutuamente para gobernar, se sentaron durante semanas para establecer un detallado programa de gobierno, punto por punto, con responsabilidades claras de cada partido en el mismo, incluyendo las posiciones políticas que se distribuirían, pero basados en el programa, no en los cargos.

Una vez que llegaron a un acuerdo, el Partido Socialdemócrata realizó una consulta abierta entre sus militantes para ver si aceptaban o no esos acuerdos. Hubo una campaña entre los que los propugnaban, comenzando por la dirigencia del partido, ir al gobierno de coalición y el ala izquierda que prefería ir a nuevas elecciones. En la elección interna ganaron los partidarios del acuerdo, pero el presidente del partido, y otros dirigentes, renunciaron al liderazgo partidario para incorporarse al gobierno de coalición con Merkel. La idea era, como compromiso con los que se oponían al acuerdo, que los que fueran funcionarios no fueran al mismo tiempo dirigentes partidarios, para darle un margen de autonomía al propio PSD aunque el partido asumía como suyo el programa común de gobierno.

¿Usted ha visto algo similar en nuestro país? La idea del Frente, lo hemos dicho muchas veces, es interesante y positiva, pero se resolvió mal porque, a diferencia de lo ocurrido en Alemania, y en nuestro caso ni siquiera para gobernar, sino sólo para competir en las elecciones, aquí se trató de un acuerdo cupular, de las dirigencias partidarias, donde no se les dio participación ni a los militantes ni mucho menos se permitió la participación de otros aspirantes en la elección del candidato presidencial.

Mucho menos hay un programa de gobierno serio. Ese acuerdo cupular para hacer candidato a Anaya sin oposición, sin la participación de la militancia, es una suerte de pecado original del Frente. Si el PSD hubiera hecho lo mismo no para competir, sino para gobernar en Alemania, el Partido Socialdemócrata inevitablemente se hubiera roto. Y eso es lo que en parte ocurrió en México. Y eso es lo que explica los reclamos como el de Mancera.

En todo caso lo que sería interesante es que desde el Frente y de las otras fuerzas políticas, si alguien quiere imitar el ejemplo alemán, se estuvieran manejando propuestas muy concretas para, independientemente del resultado electoral, conformar, un verdadero gobierno de coalición que dé certidumbre y estabilidad al país.

No veo hoy a los partidos decididos a asumir ese compromiso, menos aun cuando la campaña se ha basado hasta ahora en acusaciones recíprocas de corrupción y amenazas de meter a la cárcel a sus adversarios. Ya que van a Alemania ojalá aprendan algo de la política de ese país.

Dicen que la forma es fondo, pero también el fondo de las cosas no puede reemplazarse exhibiendo solamente las formas de la política.

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