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Meade: adueñarse de su propia campaña

Por Jorge Fernández Menéndez

No sé qué esperaban los que insisten en que la campaña de José Antonio Meade“no levanta”. El todavía precandidato priista apenas tuvo la confirmación de que sería el aspirante del tricolor un par de días antes del 27 de noviembre, cuando fue formalmente destapado. Desde entonces, hace apenas dos meses y medio, comenzó a estructurar un equipo de trabajo, tuvo que hacerlo en etapas y, más importante que eso, apenas en diciembre comenzó a contar con spots que difundieran su imagen.

Al iniciar las precampañas, los índices de reconocimiento de Meade eran muy bajos. En otras palabras, mucha gente no sabía quién era Meade y menos aún sabía que era el candidato del PRI. Y no sólo había que posicionar ese mensaje, sino uno mucho más complejo: tenía que ser mostrado como lo que es, un aspirante ciudadano sin tacha, honesto, sin militancia partidaria, que había trabajado en administraciones panistas y priistas y que era postulado por un partido como el PRI, que cuenta con estructura muy tradicional y fuerte operativamente, pero también con un alto índice de negativos.

La precampaña, entonces, tenía un objetivo base: hacer que se conociera a Meade. Lo hicieron con claroscuros. Al inicio de la misma se trabajó casi con inercia. El anuncio de salutación de año nuevo se mantuvo sin cambios, sin alternativas casi, hasta fin de enero y la verdad no hacía más que mostrar al candidato y a su esposa Juana (que ha resultado un aporte notable para el candidato). Fue evidente que existieron problemas de comunicación y operación entre el equipo cercano a Meade, en su mayoría sin experiencia en campañas, con el equipo de Aurelio Nuño, su coordinador, y también con la dirigencia del PRI, encabezada por Enrique Ochoa. Diferencias que se reflejaron en muchas cosas, pero, sobre todo, en una: hasta unas pocas semanas atrás, el discurso y el tono de Meade no eran los de Meade. El candidato hablaba y se mostraba con un lenguaje verbal y corporal que no eran suyos.

Esas diferencias y confusión alimentaban, a su vez los rumores de rupturas o de alejamientos de personajes importantes del PRI. Si vemos lo que sucedió en la precampaña el hecho es que no hubo ninguna ruptura importante en el PRI. Pero sí se ha notado distanciamiento. Lo que sucede es que no se ha terminado de procesar el acercamiento del propio Meade con Beltrones, con Osorio, con Gamboa, con Narro y con muchos otros hombres y mujeres que son del Revolucionario Institucional real, el que influye y pesa.

En la precampaña, Meade apostó a presentar propuestas, a adelantar una suerte de programa político y a recorrer estados y municipios, a reunirse con la base priista, esa base que no lo conocía. Dice la gente cercana al candidato que esa labor fue muy fructífera y que se llevan un buen saldo de la misma, pero ése es un trabajo subterráneo, que no se aprecia en la superficie, por lo menos, hasta que esa maquinaria comience a trabajar.

La llegada de Vanessa Rubio puso orden interno en el equipo personal de Meadey, aparentemente, también en la coordinación con los equipos de Nuño y de Ochoa, sin que se termine de percibir que Meade es el dueño de su campaña, pero en eso van.

Los spots han mejorado en forma notable y gracias a Tatiana Clouthier y a una respuesta espontánea de Meade a un comentario de la coordinadora de Morena, el exsecretario de Hacienda parece haber encontrado el eslogan que no tenía su campaña: yo mero. Es concreto, corto, directo y lo podrá utilizar en todo. Una demostración más de que por encima de la mercadotecnia y las campañas de imagen, tienen que dejar que Meade sea él mismo.

Hay quienes recomiendan a Meade romper con sus coordinadores externos (Nuño y Ochoa en los hechos), incluso con aliados como Luis Videgaray, y, sobre todo, con la administración Peña, y hay hasta los que dicen que tiene que poner distancia clara con el PRI. Meade no puede ni debe hacerlo. No puede, aunque tenga un perfil ciudadano, romper con el partido que lo postula, lo apoya y lo promueve.

Meade puede hacer muchas cosas, pero no puede perder al PRI ni a sus votos. Lo que sí debe hacer es acercarse a sus liderazgos naturales sin perder perfil ciudadano. Debe mostrar que encabeza su campaña y diferenciarse de la administración Peña, pero no puede romper con el presidente.

Tampoco, y eso es crucial, puede iniciar una nueva etapa hasta que no estén designados los candidatos a senadores, diputados y gobernadores del PRI y de su alianza con el PVEM y Panal. Será en ese momento, bien entrado el mes de marzo, cuando Meade sabrá cuál es su base de sustento real, cuáles son los acuerdos y compromisos y desde ese momento su campaña será plenamente suya.

En todo caso, lo que sí debe quedar claro es que para la campaña de Meadeterminó el periodo de aprendizaje. De ahora en más, tendremos que ver al candidato jugando su propio juego y asumiendo sus propias responsabilidades. Tiene un 40 por ciento del electorado sobre el cual crecer. Nadie tiene una oportunidad similar.Información Excelsior.com.mx

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