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AMLO no quiere una sucesión adelantada

Por Jorge Fernández Menéndez

Inicia el otoño del descontento con una crisis en Morena que refleja, en buena medida, el descontrol, las ambiciones y los rencores que están asolando al país. Nadie sabe si el 5 de octubre o en cualquier otra fecha se podrá realizar la encuesta para renovar la dirigencia del partido en el poder. No se trata ni siquiera de una lucha real por la dirigencia: lo que se están disputando los 47 candidatos y candidatas registrados para la presidencia del partido y los 53 que buscan la secretaría general, con unas reglas cada vez más kafkianas impuestas por el TEPJF, no es sólo un espacio de poder en el partido del gobierno, sino también la autoridad para influir en la distribución del mismo en las elecciones del 2021 para poder definir con anticipación las candidaturas del 2024.

Me llama profundamente la atención cómo los autollamados puros hablan, una y otra vez, de la traición en ciernes y del pasado priista o neoliberal de sus rivales, ignorando que en muchas ocasiones ellos mismos comparten ese pasado, y otros peores, y que el mismo es parte de la historia de su líder y fundador: nadie más priista preneoliberal que López Obrador. Pero las acusaciones de traición que ha hecho Porfirio Muñoz Ledo, extrañamente convertido en cabeza de los puros, suenan por lo menos extrañas en quien ha sido presidente del PRI y del PRD, candidato del PARM y en su momento ferviente apoyo de Vicente Fox. Porfirio, a sus 87 años, me sigue pareciendo una de las cabezas más lúcidas de la clase política, pero ha pasado por casi todo y se puede alabar su eclecticismo y sentido de la oportunidad, pero no su pureza. En realidad, de lo que estamos hablando es de una alineación aún muy heterodoxa en torno a dos precandidaturas demasiado adelantadas en el tiempo: la de Marcelo Ebrard y la de Claudia Sheinbaum, con un tercer aspirante mirando, aún a la distancia, Ricardo Monreal.

Los llamados puros están con Claudia haciéndole en ocasiones un flaco favor, porque lo último que me imagino que querrá la jefa de Gobierno es ser vista como una dura en la línea de continuidad del presidente López Obrador. Ha hecho un intento consciente para mostrarse con un perfil propio y en parte exitoso en temas tan complejos como la seguridad pública, la atención sanitaria para el covid-19 y los apoyos económicos ante la pandemia. Apostar a la mera continuidad es repetir la experiencia de Dilma Rousseff como sucesora de Luiz Inácio Lula da Silva, quien ya sabemos cómo acabó: pagó todos los costos sin ningún beneficio. Que la apoye el sector que menos ha destacado en el gabinete y en el entorno de Morena tampoco la ayuda. Pero tiene, además de su talento, un muy sólido respaldo, no sólo político, sino también afectivo, del presidente López Obrador y su familia, y vaya que eso pesa.

Entre los puros me han llamado la atención dos cosas: primero, la virulencia con que descalifican a la corriente de Ebrard, a la que identifican con la candidatura de Mario Delgado (apoyado, aseguran, coyunturalmente por Monreal), aunque involucren en ello la labor de gobierno. La semana pasada, en una columna de Milenio, el embajador Agustín Gutiérrez Canet, esposo de la embajadora en Washington, Martha Bárcena, no dudó en calificar como traidores que buscarán regresar al pasado a los que no apoyan a Muñoz Ledo, encabezados, claro está, aunque no lo nombra en su texto, por Marcelo Ebrard, quien se supone es el jefe de su esposa, la embajadora, aunque ella diga que tiene línea directa con Palacio Nacional, quizás porque el propio don Agustín es tío de otra esposa, Beatriz, la del presidente López Obrador.

Lo segundo es cómo no permiten que nadie les dispute la pureza. El joven Gibrán Ramírez Reyes, al que le sobra talento, pero también bastante soberbia y que necesita comprender que el arrojo no genera necesariamente liderazgo, y que ha pretendido pelear por ese reconocimiento, ha recibido las más duras críticas del sector. Lo han acusado desde un fraude en la Conferencia Interamericana de Seguridad Social, hasta de ser hijo de un pedagogo reconocido que trabajó con Olac Fuentes Molinar en la SEP de Carlos Salinas. No sé qué ocurrió con los recursos del CISS, eso debe aclararlo el IMSS, pero no veo nada malo en tener un padre pedagogo que haya trabajado con un hombre culto, de izquierda, progresista, férreo defensor del Estado y la educación laica y gratuita, como Olac Fuentes Molinar. No creo que Gibrán esté en condiciones de disputar la presidencia del partido, pero descalificarlo por ello, al tiempo que se apoya a quien defendió, aunque reconociera luego que se había equivocado, a Díaz Ordaz en 1968 por
“haber acabado con la conspiración alimentada desde el extranjero”, o sea, el movimiento estudiantil del 68, no tiene demasiado sentido.

¿Qué sucederá? Apostaría a que no habrá elección, que Ramírez Cuéllar, con el visto bueno de Palacio, se quedará hasta después de los comicios del 2021 y a partir de allí decidirán qué hacer con Morena. El que menos quiere una sucesión presidencial adelantada es López Obrador. Información Excelsior.com.mx

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