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Cinco candidatos, dos proyectos de nación

Por  Jorge Fernández Menéndez

¿Qué demostró el debate de anoche entre los cinco candidatos presidenciales? Muchas cosas, entre otras, que más allá de los errores que pudo tener el diseño o el manejo del mismo, sí se puede hacer un debate de cierto nivel entre nuestros políticos. Se demostró que en la lucha por la Presidencia, en algunos temas hay seriedad, también muchas ocurrencias y propuestas inverosímiles, pero, sobre todo, que el primero de julio próximo tendremos cinco candidatos presidenciales, pero tendremos que elegir entre dos proyectos de nación.

Obviamente los ataques y críticas se concentraron en Andrés Manuel López Obrador, no sólo porque vaya adelante en las encuestas, sino también porque representa ese modelo de nación alternativo sobre el que, en los hechos, nunca respondió en qué consiste. Simplemente con él estamos hablando de un acto de fe. Tanto en temas de seguridad, como de lucha contra la corrupción, como de fortalecimiento de la democracia, el recurso del candidato de Morena fue apelar a sí mismo. Él es el motor y la solución. La inspiración y el programa.

Sin duda, lo más endeble de la noche fue, para López Obrador, el tema de la amnistía a los criminales: Nunca la negó, como tampoco negó o explicó ninguna de las acusaciones que le hicieron los demás candidatos. En ese sentido, se puede decir que López Obrador fue el perdedor del debate, pero también es verdad que el candidato de Morena simplemente flotó y la fragmentación de las críticas en su contra, cruzada por los ataques que se dieron entre sí Anaya y Meade, le permitió salir con vida del debate, lo que a todas luces era su objetivo.

Meade y Anaya estuvieron cada uno en su papel, ninguno de los dos desmereció, pero el propio hecho de que hubiera cuatro aspirantes que en realidad terminaran coincidiendo en muchos puntos, pero que tenían que enfrentarse entre sí, no les permitió destacar como hubieran podido hacerlo cualquiera de ellos en un debate uno a uno contra Andrés Manuel. Estuvieron a mitad de camino entre las propuestas y las críticas, exhibieron a López Obrador, pero no lograron convertirse en la alternativa al candidato de Morena.

No recuerdo una sola respuesta clara del candidato de Morena, pero no lo vi acorralado. Ésa fue la clave. El Bronco fue, como se esperaba, el más coloquial, el más insistente con López Obrador y el que tuvo algunas puntadas de color, pasando por ocurrencias intransitables como la de cortar, literalmente, la mano a los corruptos. Margarita Zavala estuvo bien y en su papel, pero le faltó esa expectativa de poder que tiene que tener una candidatura. Los cuatro, Meade, Anaya, Margarita y El Bronco se llevarán votos y tuvieron su público. Y ése es el mayor problema para el primero de julio. Entre los cuatro tendrán dos terceras partes de los electores, pero pulverizarán entre ellos esos votos, dejando abierto el espacio para López Obrador porque, debemos insistir en ello, al candidato de Morena lo exhibieron, pero no lo acabaron, al tiempo que tampoco entre ellos hubo un ganador claro que polarizara la elección en su beneficio, que nucleara esos dos tercios de electores que no están con López Obrador.

Paradójicamente, el único que se atrevió a insinuar esa realidad fue El Bronco, cuando preguntó si estarían a favor de una segunda vuelta y todos, con excepción de Andrés Manuel, dijeron que sí. El único problema es que esa propuesta que estuvo en la mesa legislativa durante diez años no se ha concretado en leyes, sigue siendo una aspiración para el futuro. En estos comicios podremos comprobar por qué era tan importante sacarla adelante. Pero los hubiera no existen.

Hubo puntos interesantes y de coincidencia entre los cuatro en el debate respecto a tener un fiscal autónomo, tanto general como anticorrupción; hubo coincidencia en que se deben privilegiar los mecanismos institucionales y no caer en la democracia “directa” de la que habla López Obrador; en que no se puede hablar con seriedad de una amnistía a los criminales; en que se deben privilegiar los mecanismos de seguridad pública. Y en ninguno de esos puntos estuvo de acuerdo Andrés Manuel: Quiere amnistía, quiere designar desde la Presidencia al fiscal general, quiere un referéndum cada dos años para refrendar su poder, nunca explicó qué hacen personajes corruptos en su entorno e incluso se dio el lujo de decir (quizás en su intervención más importante, por el mensaje que dejó) que no quiere venganza, sino mirar hacia el futuro. Ni se vio bien ni generó certidumbre, pero exhibirlo no implica acabarlo. Y entre cuatro aspirantes será difícil que eso ocurra. En todo caso, lo que sí queda claro es que la campaña no ha concluido, que no hay ni profecías autocumplidas ni ganadores anticipados, pero sí que se tendrá que mirar hacia ese futuro con otros ojos si se quieren cambiar los escenarios. Información Excelsior.com.mx

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