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El objetivo de Andrés: romper el techo

Por Jorge Fernández Menéndez

Nadie entiende muy bien por qué existen precampañas, cuaresmas electorales y, finalmente, dentro de mes y medio el inicio formal de las campañas. Es un proceso de simulación que lo único que ha logrado es hacer más largo, más costoso y más confuso, engañoso es la palabra, el proceso electoral.

Pero concluido este periodo hay que hacer un balance de lo logrado por los tres principales candidatos, asumiendo que no partían los tres de la misma forma y que los tres buscaban obtener distintas cosas, tenían diferentes objetivos. En el caso de Andrés Manuel López el objetivo era consolidar la ventaja obvia que tenía en las encuestas y comenzar a inculcar la idea de que su victoria es inevitable.

El candidato de Morena sabe que ya no puede ser más conocido: sus índices son de 98 por ciento, está en campaña desde hace más de dos décadas, en los últimos años se benefició de millones de spots diarios de radio y televisión y su índice de aceptación real sigue estando alrededor del 32 por ciento. Siempre se dice que hay un alto voto antipriista, pero se olvida que hay, un poco menor, un fuerte voto antilopezobradorista. Para tratar de romper ese techo, que es, prácticamente, igual a su piso electoral y no repetir las experiencias del 2006 y 2012, ahora López Obrador ha decidido olvidar los principios y, simplemente, sumar a todo el que esté dispuesto a apoyarlo: personajes que hace apenas semanas eran símbolo de la corrupción, hoy son bienvenidos y ocupan espacios cercanos al candidato. Quizás, el ejemplo paradigmático es el de Elba Esther Gordillo.

Siempre López Obrador la tuvo entre sus peores enemigos, siempre la descalificó con todos los adjetivos posibles. Se dice que, incluso, en los comicios del 2006, cuando Elba quiso acercarse a él, ante su enfrentamiento con Madrazo, López Obrador rechazó a la maestra de muy malos modos. El sábado esa alianza se formalizó sin disimulos en un evento público en Zacatecas. No hay forma de negarlo. En cualquier otro partido el candidato tendría que haber dado una larga explicación a sus bases del porqué de ese cambio radical. Ni lo ha hecho ni lo hará porque no necesita hacerlo, al igual que no ha explicado la alianza con el PES, el partido más conservador del cuadrante nacional, que llevará candidatos a la alianza como Fausto Vallejo y Cuauhtémoc Blanco, ni se le ha pedido una explicación al PT por los malos manejos económicos en que incurrieron sus dirigentes, procesados varios de ellos.

La idea de Andrés Manuel es sumar. La elección no está ni remotamente decidida pese a lo que algunos creen y para ganar, entre otras cosas, el candidato de Morena necesita romper su techo electoral (que fue el mismo en las dos últimas elecciones) y en ese sentido, jugará todas sus cartas, aceptará todos los acuerdos e incorporaciones, de los buenos, los malos y los feos que busquen espacio. Ha hecho incorporaciones importantes como Marcelo Ebrard (aunque sigo pensando que cuando se trata de políticos con peso propio real, como Marcelo, Andrés Manuel siempre termina siendo reticente con ellos) y está trabajando intensamente en los estados en los que en el pasado su votación siempre fue muy baja, como en Nuevo León y Sonora. No es menor el dato de que sus cierres de precampaña hayan sido en Zacatecas, la tierra de los Monreal, en un acto con maestros de Elba Esther y ayer en Guadalajara, donde intenta romper la hegemonía de Enrique Alfaro, al que le arrebató a su coordinador de campaña, Alberto Uribe, para hacerlo candidato a diputado por Morena.

Tiene a su favor la posibilidad de poder distribuir a discrecionalidad muchas posiciones y de que el control del partido lo tienen él y sus hijos: no entiendo por qué se enojó López Obrador con
Raymundo Riva Palacio por escribirlo: es público (les ha dado las principales posiciones de dirigencia), es notorio y no es nuevo, viene desde hace meses.

El problema de López Obrador es que le crean. Como no se sabe qué hará en caso de gobernar, como ha agraviado a muchas personas (y cuando se disculpa, como hizo con Silva-Herzog Márquez y Enrique Krauze, lo hace a medias y sin convicción) son muchos todavía los que no se creen el que haya cambiado y sus formas políticas en demasiadas ocasiones hacen pensar que no es así.

A eso dedicó la precampaña López Obrador. Si se abre o no a sectores y medios lo veremos en este periodo de intercampaña en donde el proselitismo se llevará a través de apariciones en medios y encuentros relativamente cerrados. Después del primero de abril, cuando comiencen las campañas reales, ese capítulo, para él, tendría que estar cerrado. Si no lo logra, será una vulnerabilidad que explotarán una y otra vez sus adversarios.

Andrés Manuel está muy bien posicionado. Pero también lo estuvo en el 2006, incluso más que ahora y no ganó, por sus propios errores, la elección. Hoy tiene una gran oportunidad, pero hay que recordar que faltan casi cinco meses para las elecciones. Falta mucho tiempo y después de que terminen de cerrar equipos y acuerdos internos, no la tendrá tan fácil con Ricardo Anaya y José Antonio Meade. De ellos hablaremos en las próximas entregas. Información Excelsior.com.mx

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