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Éxtasis

Por Hugo Garciamarín

Cómo suele suceder con los éxitos musicales —en realidad con todos los casos de éxito— la nueva canción de Danna Paola, Éxtasis, ha suscitado diversas críticas. De estas, la que más llamó mi atención fue la que dice que la cantante incita a las juventudes al consumo de sustancias psicoactivas y al libertinaje. Independientemente de la típica reacción conservadora, más común en nuestros tiempos de lo que queremos aceptar, la letra de la canción claramente juega con el doble sentido y deja abierta la posibilidad de referirse al consumo y la fiesta. Y no le veo mayor problema.

En mi opinión, la canción y su video muestran un ánimo de nuestro tiempo —quizás más presente en la juventud urbana— que no hemos discutido ampliamente. Se trata de la necesidad postpandémica de formar parte de la multitud, de sentir cerca al otro, y de preocuparse poco por la pulcritud y los espacios ventilados. La música invita a bailar en cercanía y la coreografía muestra el roce de los cuerpos mientras se experimenta una sensación compartida: “pasando la nota, de boca en boca”, dice la letra.

Probablemente, el mayor deseo que nos dejó la pandemia fue el de la libertad. El confinamiento nos dejó sociedades, de por sí precarizadas, individualizadas y con bastante malestar, con más restricciones y con las frustraciones propias del encierro. Las comunidades escolares, en muchas ocasiones, ni se conocían personalmente y sus relaciones estaban mediadas por la pantalla. De igual forma, los momentos para divertirse en colectivo eran limitados y quienes los experimentaban eran criticados por romper con las reglas de “la nueva normalidad”.

Puede ser que por eso tras la pandemia los eventos multitudinarios han tenido tanto éxito. Los festivales musicales, de por sí populares desde antes, ahora concentran artistas todavía más diversos y contrastantes entre sí. La diferencia entre géneros musicales es lo de menos, pues lo importante es encontrarse y sentirse cerca nuevamente. Lo mismo ocurre con los bares y lugares para bailar, en donde se pueden observar largas filas de personas esperando poder entrar. El lugar puede no ser tan bueno, pero lo importante es estar en donde están todos los demás. El encuentro de las comunidades escolares, sobre todo de las universidades y los bachilleratos, vive una situación similar. La apropiación del espacio público es mayor y parece gozarse más entre más gente haya. Es el lugar en donde los estudiantes se pueden desprender del cubrebocas, reír, jugar y realizar actividades que de ninguna manera se pueden experimentar igual en las plataformas digitales.

Rousseau veía con buenos ojos la ebriedad y el erotismo en las fiestas populares, pues consideraba que eran expresiones espontáneas que hacían que el individuo pudiera reconocer y sentir lo mismo que el otro, generando así una comunidad emocional: era una forma en la que la sociedad adquiría conciencia de sí misma. En estos tiempos, quizás, la rebeldía y la libertad están mucho más cerca del placer y la diversión que de las consignas repetitivas y chocantes que nos resultan cada vez más vacías. Nuestras sociedades necesitan un poco de éxtasis.

Información Radio Fórmula

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