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La hora de los rebeldes

Por Pascal Beltrán del RIo

Las dirigencias de los partidos no sólo tienen que lidiar en estos tiempos con el escepticismo y la irritación en la sociedad mexicana hacia el oficio de la política, sino también con la inconformidad interna.

La prueba es que los cuatro principales partidos políticos experimentan luchas intestinas, en mayor o menor grado, que se han hecho más evidentes conforme se acerca el inicio de la temporada electoral.

En días recientes, PRI, PAN, PRD y Morena han visto aparecer –y, en algunos casos, crecer– episodios de inconformidad con las decisiones de sus respectivas dirigencias. Y no creo que sea casualidad.

De por sí los partidos están en crisis, como lo están muchas instituciones sociales intermedias en diversas partes del mundo. Pero, además, los políticos rebeldes saben que pueden sacar la vuelta a sus dirigencias si usan en forma astuta las redes sociales y se montan en el corcel de la indignación.

No en balde un disidente del entonces gobernante Partido Socialista hoy es Presidente de Francia.

El PRI parece haber sorteado relativamente bien los trabajos de su más reciente Asamblea Nacional, pero no ha llegado aún a la meta de postular a quien será su candidato presidencial en 2018.

La exgobernadora Ivonne Ortega no ha bajado los brazos y exige que esa decisión responda al sentir de las bases y no sea reflejo de la captura del partido por parte de lo que considera un puñado de ilustres.

En el PAN, la inconformidad contra la intención de su jefe nacional, Ricardo Anaya, de convertirse en candidato presidencial lleva meses, pero ahora ha llegado a la bancada del partido en el Senado, donde al menos un tercio de sus integrantes dice que no seguirá la línea de la dirigencia y que votará a conciencia.

La lucha interna refleja la pugna entre Ricardo Anaya y Margarita Zavala por alcanzar la candidatura y se cruza con las negociaciones que el PAN sostiene con el PRD para formar un frente electoral.

En el caso del PRD, es justamente la idea de ese frente la que ha provocado el disenso interno, pues algunos miembros prominentes del partido –así sean minoría– no están de acuerdo en acompañar a Acción Nacional en la aventura de 2018.

El próximo domingo, el Consejo Nacional perredista votará si el partido va o no al llamado Frente Amplio Democrático. Si lo hace, los inconformes quizá anuncien su salida del PRD y su paso a Morena, posibilidad que hace que Andrés Manuel López Obrador se frote las manos.

Por eso el PRD pospuso ya dos veces la reunión de su Consejo Nacional: para no coincidir con un mitin de Morena en el que presuntamente se dará la bienvenida a militantes disidentes del PRD.

Pero en Morena tampoco cantan tan mal las rancheras. La disciplina vertical y férrea de esa organización ha sido puesta a prueba por Ricardo Monreal, el exgobernador de Zacatecas y actual jefe delegacional en Cuauhtémoc, quien ha impugnado la encuesta que convirtió a su homóloga de Tlalpan, Claudia Sheinbaum, en virtual candidata la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en 2018.

Hasta ahora, nadie se había atrevido a retar lo que Monreal llama “la nomenklatura” de Morena –que, lo sabemos bien, tiene un solo integrante–, y por ello, son difíciles de adivinar los efectos de tal acción.

Es la hora de los rebeldes.

BUSCAPIÉS

Todavía es difícil de creer que los partidos políticos hayan aceptado –con algunos de ellos pataleando hasta el final– que les quitaran un pedacito de los enormes recursos públicos que gastan alegremente. La validación de la constitucionalidad de la ley #SinVotoNoHayDinero, por parte de la Suprema Corte, no sólo ahorrará al contribuyente más de 500 millones de pesos en prerrogativas estatales para los partidos en Jalisco, sino que muestra el camino a recorrer para hacer el recorte a nivel nacional.
La corrección política ha llegado a niveles de locura. Con diferencia de unas cuantas horas quitan Lo que el viento se llevó de una pantalla de Memphis, por ser una película “insensible con la esclavitud”. Y el actor británico Ed Skrein es obligado a renunciar a un papel porque el personaje al que iba a interpretar tiene “herencia japonesa y americana” y él es muy blanco para el caso. Con dicho criterio, Anthony Quinn, chihuahuense de nacimiento, jamás habría podido ser Zorba El Griego. Por algo se llama actuación.

Información Excelsior.com.mx

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