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Oda al Jumbo Jet

Por Pascal Beltrán del Rio

No soy una persona entregada a la nostalgia pero, como en todo en la vida, hay excepciones.

Cuando me enteré que la aerolínea United ponía fin a sus vuelos con equipo Boeing 747, sentí un nudo en la garganta.

La era del Jumbo Jet tiene prácticamente los mismos años que yo. Es un avión que admiré desde antes de volar por primera vez, a los diez años de edad.

Por cierto, ese primer viaje en avión tiene algo de memorable para mí, aunque no haya sido en 747 sino en un 727 de Mexicana de Aviación.

Esa vez volé de Los Ángeles a la Ciudad de México. Justo del otro lado del pasillo, iba sentado el expresidente Gustavo Díaz Ordaz.

Recuerdo los cuchicheos de mis compañeros de fila: “¿No se irá a caer el avión? ¿Lo secuestrarán los guerrilleros, como aquel vuelo de Monterrey a México en el 72?”.

Pero lo que más recuerdo es que, dos días después, ocurrió la devaluación del peso de 1976.

¿Qué andaba haciendo Díaz Ordaz en Estados Unidos en vísperas de la devaluación? Siempre me quedé con la duda.

Pero volvamos a ese icono de la aviación que es, para mí, el Jumbo Jet.

Hoy ya no es la aeronave de pasajeros con mayor capacidad, pues ya fue rebasada por ese monstruo que es el A380, pero dudo que algún avión comercial llegue a tener tanta historia como mi bien amado Boeing 747, que en poco tiempo no será más que un recuerdo reconvertido en hotel o en restaurante.

El Jumbo Jet está, además, ligado con otro recuerdo de infancia: la aerolínea Pan Am.

Fue Juan Trippe, el dueño de Pan Am, quien pidió a Bill Allen, de la Boeing, de quien era amigo, que produjese un avión más grande que el 707, entonces el avión insignia de la aerolínea y el primero a reacción que tuvo la compañía.

En 1965, la Boeing estaba embarcada en el desarrollo de un gran avión para transporte de soldados como parte de un contrato con la Fuerza Aérea de Estados Unidos. El producto final fue el 747, que, en marzo de 1966, fue reconvertido a avión comercial. El mes siguiente, Trippe encargó 21 aeronaves Jumbo Jet, a un precio unitario de 25 millones de dólares de la época.

A finales de la década de los 60 parecía que los aviones supersónicos eran el futuro de la aviación comercial. Sin embargo, el Concorde y compañía resultaron un fiasco frente al lento Jumbo Jet.

Mientras sólo fueron construidos 14 aviones Concorde, Boeing produjo más de millar y medio de 747 en sus distintas versiones, entre 1969 y 2016.

El primer vuelo de un Jumbo Jet de Pan Am ocurrió en enero de 1970, aunque no sin incidentes. El avión que debía cubrir la ruta entre Nueva York y Londres sufrió un sobrecalentamiento de motores y tuvo que ser sustituido por uno gemelo.

Ese 747 inaugural, bautizado como Clipper Victor, se convertiría en el primer Jumbo Jet en ser secuestrado, el 2 de agosto de 1976, y terminaría sus días de forma trágica, chocando en tierra con otro 747, en lo que ha sido el peor accidente en la historia de la aviación comercial, el 27 de marzo 1977, en Tenerife, España, donde murieron 583 pasajeros.

Otro recuerdo triste de un 747 fue el desplome del vuelo 11 de la aerolínea colombiana Avianca, la madrugada del 27 de noviembre de 1983, cuando estaba a punto de aterrizar en el aeropuerto de Madrid-Barajas. En ese accidente, el segundo de mayor magnitud, pereció uno de los escritores que más admiro, el guanajuatense Jorge Ibargüengoitia.

Pero son muchos más los buenos momentos de este rey del aire. Cuando deje de volar definitivamente, lo recordaré –entre otros momentos– llevando a lomo al Transbordador Espacial, entre su pista de aterrizaje en California y su plataforma de lanzamiento en Florida.

Y, desde luego, las varias veces que tuve la fortuna de abordarlo.

Una de las últimas, en un vuelo entre Sydney y San Francisco, el día en que el despachador de la aerolínea Qantas se apiadó de mi dolor de rodilla.

Por una vieja lesión de la que ya me recuperé –y que data de los días en que jugaba rugby– pedí que me cambiaran de asiento para poder estirar la pierna por el pasillo.

“Lo lamento, señor, el vuelo va lleno. Pero déjeme ver qué puedo hacer”.

Cuando ya me había resignado a volar 13 horas entre dos compañeros de viaje, regresó con una noticia que sólo creo porque la viví.

“¿Le molestaría usted viajar en primera clase?”

En 30 años de volar en 747, jamás había subido a la joroba del avión. Sólo puedo decirles que, allá arriba, en el segundo piso del Jumbo Jet, a 33 mil pies de altura, descubrí el paraíso de los viajeros. Información Excelsior.com.mx

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