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Peña y la insoportable pesadez de Trump

Por Jorge Fernández Menéndez

Según lo publicado por The Washington Post, la visita del presidente Peña a la capital estadunidense estará postergada mucho más que algunas semanas y difícilmente veremos, salvo algún encuentro multilateral, al presidente Peñasentado con Donald Trump.

El Post explica que los presidentes hablaron 50 minutos el pasado 20 de febrero dedicando la mayor parte del tiempo al muro. Obviamente, no se pusieron de acuerdo, como había ocurrido con una plática telefónica que se dio el año pasado y que fue ampliamente divulgada. Nuevamente, Trump se empeñó en lograr que Peña Nieto dijera que México pagaría el muro, a lo que el mandatario mexicano respondió una y otra vez que eso era inaceptable.

Fuentes mexicanas dijeron al Post que Trump “perdió los nervios” durante la charla. Por su parte, los funcionarios estadunidenses dijeron que su mandatario estaba “frustrado y exasperado” (lo que en Trump es sinónimo de perder la cabeza, algo que ocurre una y otra vez), por considerar “irracional” que Peña Nieto esperara que él se retractara de su promesa de campaña de forzar a México a pagar por el muro, sin comprender que lo irracional es la construcción del muro y, que exigir que lo pague México es, simplemente, una humillación que ningún país puede aceptar.

Peña dio fin a la conversación y canceló la visita a Washington. Ningún país ha sufrido tantas agresiones directas como México (ni siquiera Corea del Norte) de parte de Trump. Las razones de su odio hacia México son añejas y se relacionan con lo que más importa al mandatario: sus negocios y su dinero.

Hace diez años, quiso construir (el término es incorrecto: Trump no construye, da la licencia para que usen su nombre en construcciones que hacen otros y él actúa como vendedor de lo construido, no es un empresario, es un comisionista) entre Rosarito y Tijuana un complejo hotelero y de departamentos, que se llamaría Trump Ocean Resort Baja. El día de la presentación del proyecto, Trump cobró cientos de miles de dólares como preventa de departamentos, que estarían terminados, aseguró, en un máximo de dos años.

Nunca se construyeron, porque Trump entró en una de sus numerosas quiebras (que le sirven para declarar pérdidas y no pagar impuestos durante años) y el ahora Presidente terminó demandado: oficialmente, se dijo que se llegó a un acuerdo con el centenar de inversionistas que fueron defraudados, pero nunca se informó cuánto se pagó.

Trump también planteaba asentarse en Cozumel. Anunció en 2011 una inversión de 65 millones de dólares, para la construcción de dos hoteles con la cadena Hilton, en un complejo que también incluiría un campo de golf. El proyecto también fracasó (sobre todo, por violación de normas ambientales). Ya en su campaña presidencial el objetivo de Trump fue la inmigración mexicana, acabar con el TLC y construir un muro en la frontera que México, prometió, pagaría.

La paradoja es que esta ruptura no se refleja en la realidad. La migración es un fenómeno global y en este caso, regional: la migración mexicana a EU no ha crecido, la que crece en forma alarmante es la de centroamericanos que cruzan México para ingresar al país del norte. Para evitar el crecimiento desmedido de esa migración existe y funciona un programa compartido con México.

En seguridad, más allá de desencuentros que ha tenido la administración de Peñatanto con la administración Obama como con la de Trump, la colaboración sigue siendo de muy alto nivel.

Más allá de que Trump termine destruyendo el TLC, la relación comercial, financiera y empresarial de EU con México es enorme, la mayor del mundo. Y es irreversible. El intercambio comercial es de un millón de dólares por minuto (el financiero es mucho mayor) y hay regiones completas de la Unión Amricana que viven del comercio con México. Acabar con el TLC tendría efecto negativo en México, pero también en Estados Unidos, aunque ambos países simplemente se regirán por las normas de la OMC. Todos los especialistas coinciden en que el déficit comercial de EU, no tiene relación con el TLC, sino con la reconversión de la economía y las regiones que no han sabido o podido readapatarse a la nueva economía global. Acabar con el TLC no acabará con ello ni con la integración regional.

El muro es un símbolo. Desde la época de Goerge W. Bush se ha comenzado a construir una valla que ocupa ya prácticamente la mitad de la frontera. No es útil y hay, por lo menos, mil kilómetros de frontera en los que no tiene siquiera sentido construirla. La vigilancia fronteriza, en la que colabora México, es electrónica, con drones, con información e inteligencia. La mayoría de los hombres y mujeres que hoy llegan ilegales a Estados Unidos no lo hacen cruzando el desierto en Nogales, sino en avión.

El muro es una estupidez, que si Trump quiere que lo paguen los contribuyentes estadunidenses allá él y a ver si ellos se lo permiten, pero querer que México se humille aceptando el pago de un agravio y una irracionalidad es inaceptable. Por eso Peña no irá a Washington y se ve muy difícil que lo haga en lo que resta de su mandato. Es una buena decisión. Información Excelsior.com.mx

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