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¿Qué culpa tiene Leona Vicario?

Por Pascal Beltrán del Rio

Por supuesto que no es lo mismo la violencia de género y el vandalismo. Los estragos que provoca la primera en el cuerpo y el alma de las mujeres son indelebles cuando no fatales. En cambio, los daños que causan los vándalos en el mobiliario urbano y el patrimonio cultural le cuestan al contribuyente, pero suelen ser reparados total o parcialmente.

Pero algo sí tienen en común las dos cosas: ambas son delitos, ambas surgen del desprecio por el Estado de derecho y ante ambas, el actual gobierno capitalino se ha probado inútil, incapaz de hacerles frente. Tanto quienes violentan a las mujeres como quienes rompen vidrios y pintarrajean monumentos parten de un mismo hecho: están seguros que no les harán nada y no les importa el perjuicio que causan. Destruyen y dejan que alguien más cargue con el paquete.

Para evitar la violencia de género, necesitamos lo mismo que para evitar el vandalismo: educación y aplicación de la ley. Quienes dicen que es más urgente atacar la violencia de género que el vandalismo tienen razón. La atención de los problemas debe tener prioridades. Pero no concuerdo con quienes dicen que destruir una estación del Metrobús o pintarrajear la Columna de la Independencia sea nimio. El que sea menos grave no quiere decir que esté bien y no constituya un delito.

Desde mediados del siglo XVI tenemos una representación de la justicia como una mujer vendada de los ojos, a partir de la estatua de la diosa romana Iustitia, del escultor renacentista suizo Hans Gieng, que adorna la Fuente de la Justicia en Berna.

Y eso es porque a todos conviene que la justicia sea ciega, que la ley no se aplique según quien la viola, que valga lo mismo para todos. Además, cuando se arremete contra un servicio público, como el Metrobús, o contra un símbolo nacional, como el Ángel, se está descargando la ira de una forma que no ayuda a resolver el problema en cuestión, en este caso, la violencia de género.

¿O qué culpa tiene el cura Miguel Hidalgo y los demás independentistas de que el gobierno capitalino sea incapaz de prevenir y castigar las violaciones y otras expresiones de la violencia de género que se dan en la ciudad?

Quizá no se haya tomado en cuenta que la Columna de la Independencia es una tumba que contiene los restos de personas que realizaron un enorme sacrificio personal para que hubiera país, entre ellos los de Leona Vicario, descendiente directa del último rey de Texcoco y única mujer por la que se ha hecho un funeral de Estado, en agosto de 1842.

Uno tiene que preguntarse qué culpa tendrá Leona Vicario de la impunidad que sienten ciertos hombres—seguramente muchos— para pisotear los derechos, la seguridad y la dignidad de las mujeres.

Lo que procede con esos delitos, como con todos, es exigir a la autoridad que cumpla con su deber de hacer valer la ley. Que se sepa, la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum no viaja en Metrobús ni habita la Columna de la Independencia. En todo caso, las protestas de la semana pasada tendrían que haber tenido como destino el Palacio del Ayuntamiento, en el Zócalo. No estoy sugiriendo que las manifestantes vayan a pintarrajear este edificio, sino que dirijan su demanda a quien tiene no sólo el poder, sino la obligación de resolverla.

Porque, además, la violencia no resuelve nada. Disparar la lata de pintura en aerosol al rostro de hombres que simplemente tuvieron la mala suerte de transitar por donde pasaba la manifestación o mancharles la ropa con diamantina no hará que las mujeres estén más seguras y sólo logrará que una causa justa pierda aliados.Información Excelsior.com.mx

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