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¿Se requiere producir todo lo que comemos?

Por Pascal Beltrán del Rio

El que un país sea autosuficiente en alimentos no es sinónimo de prosperidad, lo mismo que una producción agrícola insuficiente para los requerimientos de una nación no lo es de pobreza.

Si uno revisa las estadísticas de organismos como la FAO y el Banco Mundial, no hay correlación entre la producción de alimentos y el desarrollo o la seguridad alimentaria.

En el anuario estadístico mundial de la FAO sobre agricultura y alimentación, la lista de los diez países con la mayor eficiencia en la materia contiene lo mismo naciones en vías de desarrollo que desarrolladas.

En primer lugar aparece Argentina. En 2016, el país sudamericano tuvo exportaciones por un total de 56.9 mil millones de dólares e importaciones por 54.7 mil millones de dólares.

En sus exportaciones, predominaron los productos agrícolas: harina de soya (9.9 mil millones de dólares o 18% del total), maíz (4.1, 7.5%), soya (3.2, 5.7%), trigo (1.8, 3.3%) y cebada (0.6, 1.1%).

La enorme mayoría de las importaciones argentinas ese año no fueron agrícolas. Destacaron las siguientes: autos (4.4, 8.2%), piezas y repuestos (2.4, 4.5%), refinados del petróleo (1.8, 3.4), gas (1.7, 3.2%) y camiones de reparto (1.3, 2.5%).

Aun así, Argentina tuvo algunas importaciones de alimentos: soya (0.3, 0.59%) plátano (0.2, 0.38%), café (0.07, 0.15%), semillas (0.05, 0.11%) y jugos de verduras (0.05, 0.09%). Del total de sus importaciones, los alimentos son apenas dos por ciento.

En la lista de 2017 del FMI, Argentina y México tienen prácticamente el mismo ingreso anual promedio per cápita (PPA): 20 mil 707 dólares, el primero, y 19 mil 480 dólares el segundo.

En 2015, México importó 17 mil 773 millones de dólares en productos agrícolas y exportó 20 mil 940 millones de dólares, para un superávit de 5 mil 167 millones de dólares. El de Argentina fue de más del doble. Ese es un primer dato que indica que la riqueza o pobreza de un país no depende de los alimentos que produce en casa o los que trae de fuera.

Como le digo, la lista de la FAO de los 10 países más eficientes para producir los alimentos la encabeza Argentina (que produce 273% de lo que requiere), seguida de Uruguay. También está en ella Malasia, otro país en desarrollo, y varios países desarrollados: Australia, Nueva Zelanda y Canadá.

La misma mezcla de países desarrollados y en desarrollo se da en la lista de los menos eficientes en la materia. La encabeza Noruega, que importa la mitad de los alimentos que consume, y luego viene Bélgica. Pero después aparecen dos de los países más pobres del mundo: Haití y Somalia. En el mismo grupo también están la República Dominicana, Países Bajos, Panamá y Siria.

¿Qué tienen que ver las realidades económicas de muchos de los países que aparecen en una y otra lista, como Malasia y Canadá o Noruega y Somalia? Absolutamente nada.

“Importar una gran cantidad de alimentos no significa necesariamente que un país tenga inseguridad alimentaria”, dice el Banco Mundial en un documento sobre el tema. “De hecho, muchos de los países que más los importan están, casualmente, entre los más ricos del mundo”.

Y da los datos: Estados Unidos importa un total de 133 mil millones de dólares en alimentos (nota: recordemos que México importó menos de 18 mil millones en 2015), seguido de China, con 105.26 mil millones; Alemania, con 98.9 mil millones; Japón, con 68.86 mil millones, y el Reino Unido, con 66.54 mil millones de dólares. En la misma lista están también Francia, Países Bajos, Italia, Bélgica y Rusia.

Es cierto, los países con mayor inseguridad alimentaria también están entre los más pobres, pero en esos casos se trata de naciones que han sufrido guerras o sequías muy prolongadas en años recientes. La lista la encabezan Afganistán, Burkina Faso, Burundi, Camerún y la República Centroafricana.

No hay, pues, mucha relación entre la pobreza y la importación de alimentos o entre la riqueza y la producción propia de los mismos. Casi siempre son otros factores los que determinan la prosperidad y la miseria de una nación.

La propuesta de campaña de volver autosuficiente a México en materia de alimentos, de poder llevarse a cabo sin violar leyes y tratados internacionales y sin crear problemas económicos, difícilmente se traduciría en mayor riqueza para los mexicanos. Ni siquiera en una mayor seguridad alimentaria, si nos atenemos a las experiencias de diferentes países.

Es en realidad un mantra nacionalista que busca generar votos, pero que, cuando es sometida a datos duros, no logra pasar la prueba. Información Excelsior.com.mx

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