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Antes de que nos olviden (segunda parte)

Por Mario Alberto Medrano González

A mis compañeros de Excélsior.

En esta última colaboración de 2019 continúo con libros que leí por primera vez o que releí. Aunque algunas no son precisamente publicaciones del año que termina, sí forman parte de mis reiteradas obsesiones, mientras que otras fueron grandes descubrimientos. Desordenadas y multifacéticas, mis lecturas son el resultado de mis inquietudes e intereses como lector y escritor.

Sistema nervioso, Lina Meruane (Random House, 2019). Esta novela es la apología a la enfermedad. La protagonista, quien poco a poco sufre un desgaste físico, sobre todo en el movimiento de uno sus brazos, es la testigo de cómo su familia, casi por osmosis, también padece afecciones corporales. Este envejecimiento de la salud es el tema toral de la novela de la escritora chilena, de quien también hay que leer el incisivo ensayo Contra los hijos y la perturbadora novela Sangre en el ojo, cuya temática es similar a Sistema nervioso.

Narrativa reunida, Felisberto Hernández (Alfaguara, 2019). Recientemente, este sello editorial reeditó la obra narrativa del uruguayo. A mitad entre novela corta y cuento largo, Nadie encendía las lámparas, Por los tiempos de Clemente Colling, El caballo perdido, Las hortensias y La casa inundada son las obras más enigmáticas del autor.

Pelea de gallos, María Fernanda Ampuero (Páginas de espuma, 2018). Trece cuentos componen Pelea de gallos, el primer libro de este género de la escritora ecuatoriana. Entre las cuatro paredes de una casa, entre las mentes de los miembros de una familia, entre la soledad de los objetos que habitan un cuarto o entre los silencios de una conversación forzada, los relatos de esta obra se entrometen en las relaciones disfuncionales en un hogar. Personajes intensos, narradores retóricos, pero sin ambages ni ambigüedades y atmósferas propias de una posada, cada cuento te lleva a un espacio y a un arco dramático propio y convulso.

Las cosas que perdimos en el fuego, Mariana Enriquez (Anagrama, 2016). Aunque aún no he tenido la oportunidad de leer Nuestra parte de noche, novela con la que obtiene el premio Herralde 2019, con este libro de 12 cuentos, Enriquez me parece una narradora con mucho oficio. Interesada en desenterrar el extrañamiento cotidiano, la argentina es capaz de impactar por la fuerza y sobresaltos de sus relatos. Centrada en personajes míseros, pobres y adolescentes en pleno descubrimiento de la vida y sus posibilidades, este libro estalla por violento y reflexivo.

El vendedor de silencios, Enrique Serna (Alfaguara, 2019). Siempre cínico, siempre mordaz, Carlos Denegri es el personaje central de la nueva novela de Serna, quien narra con solvencia, entre el monólogo y el diálogo abierto. Este personaje de periodismo mexicano es el catalejo que permite observar a la clase intelectual, a los personajes del cine y a los periodistas de mediados del siglo pasado en México.

Degenerado, Ariana Harwicz (Anagrama, 2019). Tuve la oportunidad de leer esta novela en semanas pasadas. La polifonía de voces, entre ellas la del monólogo, es primordial en este juicio sumario a un supuesto pedófilo. La estructura laberíntica (por esa polifonía de voces) de la obra no se queda en un proyecto experimental, sino en un ejercicio consumado de narrativa.

La vida es sueño, Pedro Calderón de la Barca. Pocas obras de teatro me provocan tanto como la de Calderón de la Barca. Segismundo, ese hombre derrotado, es el gran arquetipo del existencialista. Su monólogo, antes de terminar el primer acto, representa la gran contemplación de la muerte y la vida. Barroca, esta obra dramática, desde la primera vez que la leí en mi época de estudiante de preparatoria, me fascina y entristece, inevitablemente. Siempre recuerdo el aria de Segismundo: “Yo sueño que estoy aquí/ destas prisiones cargado,/y soñé que en otro estado/más lisonjero me vi./ ¿Qué es la vida? Un frenesí./ ¿Qué es la vida? Una ilusión,/ una sombra, una ficción,/ y el mayor bien es pequeño:/ que toda la vida es sueño,/ y los sueños, sueños son.

Hashtag. En estos difíciles tiempos que vive el periodismo, de recortes e incertidumbre, envío un enorme abrazo a mis compañeros de Excélsior, a los que siguen y a los que se fueron, así como a todos los compañeros de profesión, deseando que aquellos que hoy no tienen empleo encuentren pronto espacios para seguir ejerciendo este oficio.

Que sea pues un increíble 2020 para todos. Información Excelsior.com.mx

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