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El Ejército ante la pandemia

Por Jorge Fernández Menéndez

Muchas veces hemos dicho que nuestro país se encuentra inserto en cuatro crisis simultáneas: la sanitaria, la económica, una crisis de seguridad y, cada vez más, una institucional, escenificada en la creciente confrontación política y polarización existente.

Hay pocas instituciones que realmente están funcionando y haciéndolo para todos. Una de ellas es la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Otra, clave en todo lo que estamos viviendo, son las Fuerzas Armadas y, en particular, el Ejército mexicano. Ayer, tuve oportunidad de recorrer cinco de las 93 instalaciones sanitarias que está reconfigurando el Ejército y de cuya administración se encarga. Son obras que se iniciaron apenas el 9 de abril pasado y que, tres semanas después, están notablemente adelantadas, la mayoría de ellas listas para comenzar a operar en los próximos días.

La más grande en el Área Metropolitana está en Chivatito, a unos pasos de lo que fue la residencia oficial de Los Pinos y está ubicada en lo que era, hasta hace unos días, un batallón de la policía militar. El hospital de Chivatito tiene áreas de terapia intensiva, de hospitalización y todas las instalaciones son nuevas.

Hablamos de reconfiguración, porque no se trata de una simple remodelación, tampoco de usar las camas o las instalaciones que tenían soldados y oficiales para utilizarlas con los enfermos. Todo ha tenido que ser adaptado a una enfermedad diferente, de la que aún estamos aprendiendo y donde los procedimientos deben ser muy específicos, desde las instalaciones eléctricas para los respiradores hasta los sistemas de filtración de aire en las salas de atención.

Hay áreas separadas y aisladas entre sí, de entrada y salida de pacientes y personal sanitario. Cada médico o enfermero que entra a las salas debe portar sus equipos de protección y, para vestirlo, existe, persona por persona, un supervisor que va revisando que no haya ningún descuido. El mecanismo se repite a la salida (en otra sala diferente a la entrada), donde existe un procedimiento especial, incluso para despojarse del equipo, también controlado, persona a persona, por un supervisor.

Uno de los especialistas en bioseguridad contratados por la Sedena, y que ha trabajado en varias epidemias en el mundo, desde la malaria hasta el ébola, me explicaba que de cada emergencia se aprende. Y que, por ejemplo, una de las cosas que aprendieron del ébola en África fue la forma en que hay que ponerse y quitarse los equipos de protección. Muchos de los médicos y enfermeras que se contagiaron de ébola no fue por el contacto con los pacientes o por fallas en sus trajes, sino porque se contagiaban al quitarse esos trajes. Lo que ocurrió, por ejemplo, en el hospital del IMSS de Monclova, donde estalló un foco de infección que golpeó, sobre todo, a personal sanitario, fue que la instalación no se había reconfigurado, no había entradas y salidas independientes ni el personal estaba entrenado en los procedimientos que se deben seguir.

Las reconfiguraciones que está realizando la Sedena están, en todos los casos, adaptadas a los procedimientos internacionales que se han establecido para el COVID-19, incluyendo el entrenamiento especial que se debe dar a todo el personal que trabajará en estos centros, procedimientos que son diferentes a los que se llevan tradicionalmente.

Lo mismo que en Chivatito, vimos la forma en que operarán los centros que están en el Campo Militar número Uno, en la 24 Zona Militar en Cuernavaca, en dos instalaciones diferentes, y también en uno de los hospitales del ISSSTE, el Calero, a unos metros de Las Mañanitas, que estaba abandonado desde hace años y que fue entregado al Ejército para ser no sólo reconfigurado, sino, literalmente, reconstruido.

Ninguno de estos hospitales está trabajando aún. Lo harán en cuanto el sistema de salud pública comience a ser rebasado y llegue al 80% de su capacidad. Seguramente será la próxima semana, pero la magnitud del trabajo realizado en apenas tres semanas es notable. Nos hemos asombrado por cómo China levantó un hospital de mil camas en Wuhan al inicio de la pandemia, pero aquí, en tres semanas, se han reconfigurado 93 hospitales y centros médicos que han agregado casi dos mil camas de terapia intensiva y cuidados médicos en casi todo el país.

Es una hazaña en la que participaron médicos, especialistas, ingenieros militares y de fabricación militar, en un envidiable esquema de cooperación interna y con otras instancias federales y estatales.

Son las cosas de las que debemos sentirnos orgullosos y las que nos pueden hacer pensar que, más allá de todos los males, tenemos posibilidades de salir con la menor cantidad de daños posibles de esa tragedia sanitaria. Claro, si todas las instancias trabajan como lo ha hecho la Sedena. Información Excelsior.com.mx

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