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El nuevo —y urgente— contexto de la mariguana

Por Víctor Beltri

El mundo está cambiando. Ha cambiado, de hecho: las nuevas circunstancias hacen necesario un replanteamiento que, justo en el momento electoral que atravesamos, no podría ser más oportuno. Tenemos que hablar de nuevo —y muy en serio— sobre la legalización de la mariguana.

El tema es de la mayor relevancia: las políticas de salud pública, seguridad y educación —entre otras— de quien resulte ganador en la contienda electoral dependerán —en buena medida— de la postura que, sobre el consumo del cánnabis, tanto para uso medicinal como recreativo, sea adoptada. Una postura que, de resultar anacrónica, prolongaría de manera innecesaria el uso de los recursos del Estado —y la criminalización de millones de ciudadanos— para perseguir un delito que en Estados Unidos, en los hechos, está empezando a prescribir.

La tendencia comenzó con la administración Obama y el Memorándum Cole, expedido el 29 de agosto de 2013, en el cual se terminaba con la persecución federal de los delitos relacionados con la mariguana, permitiendo que los estados dictaran sus propias regulaciones de acuerdo con los deseos del electorado: en la actualidad, más de la mitad de las entidades federativas (29) han aprobado su consumo, con fines medicinales —y nueve con fines recreativos—, mientras que continúa la discusión en los estados restantes de la Unión Americana. Un proceso que Jeff Sessions —el conservador fiscal general de Estados Unidos— pretendió detener en enero de este año pero que, después de los acontecimientos de la semana pasada, sin duda continuará con una fuerza inusitada ante el radical cambio de escenario.

Un cambio de escenario que ocurre tanto en lo local como en lo externo. En lo local, el fallo de la SCJN que concede el segundo amparo para el uso lúdico de la mariguana nos acerca cada vez más a una jurisprudencia que deberá de ser acatada por los demás Poderes de la Unión; en lo externo, el cambio de postura marca un rumbo ineluctable definido, primero, por la conversión de John Boehner —quien como presidente de la Cámara de Representantes, durante el periodo 2011 a 2015, se declaró “inalterablemente opuesto” y ahora es miembro del Consejo de una de las principales corporaciones que tienen como objetivo lograr la legalización, y en días pasados explicó que “su pensamiento sobre la mariguana había evolucionado”— y, segundo, por el acuerdo al que llegó el presidente Trump con el senador republicano Cory Gardner, de Colorado, en el sentido de respetar las legislaciones locales sobre el uso del cannabinoide, a cambio de que sus designaciones para el Departamento de Justicia fueran liberadas. La legalización de la mariguana se convirtió, en un instante, en un tema político en el que confluyen tanto los intereses de los demócratas como los de la administración Trump. Un tema que, ahora, no se detendrá.

No se detendrá porque, en primer lugar, es un asunto del que Donald Trump se ha dado cuenta que puede obtener rédito político inmediato, al desviar la atención sobre los asuntos que le devanan, pero que, además, le permite acercarse a un segmento que, del desprecio, ha pasado a la expectativa. No se detendrá, tampoco, porque los argumentos que esgrime Boehner, quien propone el uso de la mariguana entre veteranos de guerra para substituir los opiáceos —que constituyen el principal problema de salud de Estados Unidos— se alinean con los objetivos de una administración que prometió terminar con una crisis que, de otra manera, no sabe cómo remediar. Grandes titulares, distractores de la trama rusa, nuevas audiencias tradicionalmente demócratas, empatía con los veteranos de guerra y solución a la crisis de los opiáceos: es evidente hacia dónde apuntan los cambios.

En México, mientras tanto, las campañas avanzan y es preciso entender que no es posible poner diques al mar. Más allá de López Obrador —y sus pusilánimes respuestas—, de Mikel Arriola —y su ostensiblemente estulta visión de túnel— o del esperpento que se hace llamar “Bronco”, los candidatos más serios deberían de asumir el cambio y replantear, desde ahora, unas políticas de gobierno que, de no atender los cambios que se avecinan, sin duda nacerán muertas. Información Excelsior.com.mx

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