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Fake news y 2018

Por Pascal Beltrán del Rio

Esta semana ejecutivos de los gigantes tecnológicos Facebook, Google y Twitter estuvieron en el Congreso de Estados Unidos para testificar en una audiencia sobre la presunta intromisión de ciudadanos extranjeros en la elección presidencial de 2018.

En un subcomité del Senado, las empresas fueron interrogadas sobre su habilidad para impedir que intereses ajenos al país se aprovechen de sus plataformas digitales para tratar de incidir políticamente mediante anuncios y posts.

En un informe elaborado para dicha audiencia se reconoció que las fake news o noticias falsas generadas durante la campaña desde el exterior —Rusia es el país más señalado— fueron vistas por 126 millones de usuarios de redes sociales, lo que equivale a más de la tercera parte de los habitantes de Estados Unidos.

La presunta injerencia rusa en los comicios estadunidenses es motivo de investigación y ya veremos qué resultados arroja.

Lo que resulta preocupante, de momento, es la facilidad con la que se diseminaron las noticias falsas y el discurso de odio durante la campaña electoral del año pasado en el país más poderoso del mundo, donde 40% de sus habitantes de entre 18 y 24 años de edad asiste a la universidad y 95% cuenta con un diploma de educación preparatoria.

¿Qué puede esperarse de lo que suceda el año que entra en un país como México, con niveles de instrucción muy inferiores a los de Estados Unidos y una conexión a internet que ya alcanza la mitad de los hogares del país y donde hay unos 60 millones de teléfonos inteligentes?

Lo cierto es que las noticias falsas ya han irrumpido con fuerza en México a través de las redes sociales y otros espacios de internet.

Hace un año, cuando una niña corrigió la dicción del secretario de Educación Pública aparecieron notas fabricadas en supuestos portales informativos en los que se aseguraba que la alumna de primaria había sido expulsada de la escuela. Antes de que fuera desmentido, el timo incluso llegó a medios prestigiados y se armó una petición en Change.org exigiendo que la menor fuera readmitida.

Y apenas el mes pasado, una activista social denunció que había sido víctima de una detención arbitraria y hasta de abuso sexual por parte de la policía municipal de Tlapa, Guerrero.

Centenares de personas se fueron a las redes sociales a exigir castigo para los elementos policiacos que participaron en esos hechos, antes de que se revelara una serie de videos en los que la activista aparecía ebria y cantaba e insultaba a los policías que la habían detenido aparentemente por negarse a pagar la cuenta en una clínica de la localidad.

La denunciante llegó tan lejos como acusar a una mujer policía de haberla agredido sexualmente. Sin la ayuda de una horda de internautas como la que apoyó en sus dichos a la activista, la agente municipal —indígena y madre soltera— tuvo que emprender su propia defensa alegando en un video que los señalamientos eran falsos.

Convocada por el Ministerio Público para ampliar sus declaraciones sobre la supuesta violación, la activista no se presentó. Y, aun así, a pesar de todas las dudas que generó su denuncia, todavía hay articulistas en los medios que dicen que hay que investigar lo sucedido, poniendo en entredicho el valiente testimonio de la mujer policía.

Los dos hechos anteriores muestran que una parte de la opinión pública está dispuesta a creer falsedades si éstas se ajustan a su visión del mundo.

Por tanto, cabe esperar que, en la próxima campaña electoral, muchos diseminen información sin comprobación por el simple hecho de que les parece creíble y/o con la intención de ayudar al candidato de su preferencia.

Asimismo, que dichas fake news corran como reguero de pólvora por los múltiples caminos de internet, engañando a millones de incautos que las darán por buenas y las convertirán en parte de su conversación con amigos y compañeros de trabajo.

Ya vimos, con lo ocurrido en Estados Unidos, que las noticias falsas pueden incidir en una elección. De hecho, muchos de los que las fabrican y distribuyen lo hacen precisamente con ese objetivo.

Por eso los medios y la sociedad en general tendrán que estar alertas ante lo que pueda pasar, en ese sentido, en el proceso electoral de 2018.

Si es peligroso ir a los comicios sin fiscal electoral, lo es también no demandar responsabilidad a las empresas que distribuyen información, sean medios tradicionales o redes sociales. Información Excelsior.com.mx

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