Respetar al equipo

Por Yuriria Sierra

Entender el espectro de gobernabilidad de un país es necesario para construir, reconstruir o perfeccionar instituciones, para dar solidez a un Estado que ocupa de todas sus partes para combatir y resolver la agenda. En un país como el nuestro, con la agenda tan robusta, poco ayuda que desde el Ejecutivo se corrija a los miembros del gabinete que fueron elegidos por el Presidente bajo el sustento del expertise que cada uno tiene en su área. Comenté ya los varios desencuentros de López Obrador y sus secretarios y subsecretarios. Lo mismo con Rocío Nahle, de Energía, que con Arturo Herrera, de la subsecretaría de Hacienda.

Que las experiencias anteriores y sus consecuencias sirvan para dar margen de acción al resto de sus funcionarios. Más con las presiones que por sí solo AMLO se adjudicó. En seis meses estaremos revisando números y percepciones; esperemos que aunque sea un mínimo, la inseguridad haya disminuido. Así lo quiso el Presidente al ponerse una camisa de fuerza y responder que en seis meses ya estarán operando los programas sociales junto a una Guardia Nacional que tendrá mucha mejor forma de la que tiene ahora. Ayer, en el Senado, escuchamos comparecer a Alfonso Durazo: “Sería irresponsable asumir que en seis meses va a cesar la violencia. Es un problema estructural. Es un problema crónico. Es un problema histórico. Tenemos que asumirlo con una perspectiva a mediano plazo (…) Cuando menos, aplicarnos desde ya sin regateos. Aportar sin solución, sin regateos o argumentos de carácter político o ideológico”. Durazo sabe de lo que habla. Y mucho del éxito del plan de AMLO para combatir la violencia dependerá de la libertad de maniobra que permita. Sería un error que las decisiones se tomen desde Palacio Nacional y la recién creada Secretaría de Seguridad Pública y Protección Ciudadana quede reducida a un ente operativo.

Lo mismo ocurre en el sector educativo. “Hubo quien se comprometió con la educación y hubo quien se comprometió con la política y con cuestiones más partidistas que nacionales”, me dijo ayer Esteban Moctezuma, secretario de Educación, en entrevista para Imagen Televisión, tras el pase al pleno de la reforma educativa aprobada en la Cámara de Diputados. Varias semanas de conflicto con la CNTE antecediendo la lectura y la aprobación de la reforma educativa que entra en lugar de la promulgada por Peña Nieto. La disidencia magisterial presionó. El gobierno de México se sentó a negociar con ellos. Moctezuma asegura que lo palomeado es lo necesario para mejorar las condiciones de estudio de millones de niños vía la revalorización del trabajo docente. Moctezuma lleva toda su vida estudiando y entendiendo al sector educativo y no me cabe duda de que intentó todo a su alcance para “sacar” la mejor reforma educativa posible, toda vez que AMLO se empeñó en cumplir con su compromiso electoral de tirar “la mal llamada” reforma educativa de Peña Nieto y cumplirle a sus históricos aliados de la CNTE, aunque la CNTE pretenda secuestrar al ahora Presidente como lo hizo con los anteriores. Moctezuma sacó una reforma que, por lo pronto, permitió resolver el peligroso galimatías legal en el que se había metido el Ejecutivo con la firma del famoso e improcedente “memorándum”. Pero claramente, el secretario de Educación tuvo que realizar malabares milagrosos para que finalmente transitara el texto legislativo.

Estos son sólo dos de los casos en que AMLO debe dar margen de maniobra. Respetar la ruta que trazan sus secretarios, confiar en ellos. Evitar contradicciones o desencuentros. Decimos: es la única manera de robustecer el clima de gobernabilidad de un país que urge por soluciones y planes claros. Información Excelsior.com.mx