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Terremotos y Fuerzas Armadas

Por: Pascal Beltrán del Rio

Como ya he relatado aquí, participé como voluntario en cuadrillas de rescate luego de los terremotos de 1985. Aquella vez, como ahora, la sociedad civil salió a las calles para ayudar a los capitalinos en desgracia.

La diferencia es que hace 32 años los ciudadanos de a pie actuamos sin coordinación por parte de la autoridad. Ésta tardó mucho en aparecer. Cuando finalmente lo hizo, fue para tratar de quitar la impresión de que había sido rebasada por la sociedad.

Recuerdo muy bien la escena: Estaba yo sacando escombro con otros chicos de mi edad, en un edificio derrumbado de la colonia Roma, cuando llegaron los soldados. De forma cortés, pero enérgica, nos ordenaron que nos hiciéramos a un lado. Luego acordonaron la calle y nosotros nos quedamos con las palas y cubetas en la mano sin saber qué hacer.

Esta vez las cosas han sido distintas. Hay personas que por motivación política o no sé por qué, quieren crear la impresión de que la autoridad no ha atendido la emergencia. Yo no lo veo así. Sin duda hubo algo de desorganización en las primeras horas de la tragedia, pero eso fue, sobre todo, por la gran cantidad de civiles que llegaron en apoyo de sus semejantes.

Yo hablo de lo que atestigüé en 1985 y de lo que he visto en estos últimos días. A diferencia de entonces, esta vez la sociedad, las organizaciones de rescatistas (Cruz Roja, Topos, etcétera) y las fuerzas de seguridad (soldados, marinos y policías) convergieron en las calles y han actuado juntas.

Es muy pernicioso el discurso que busca dividir. Todos merecen el reconocimiento de la sociedad por su participación en las labores de rescate: los jóvenes, que han salido en un gran número y, al hacerlo, han desmentido el cliché de que son seres hedonistas a quienes no les importan sus prójimos; a los rescatistas nacionales y extranjeros, y las Fuerzas Armadas, entre otros.

Quiero detenerme en lo hecho por nuestros soldados de tierra y aire y nuestros marinos. Yo sé que parte de sus tareas es prestar auxilio a la población civil en casos de desastre. Es, en ese sentido, su obligación. Sin embargo, es un trabajo por el que suelen recibir poco reconocimiento. Peor aún: muchas veces son blanco de denuestos y calumnias.

Como cualquier institución y grupo humano, las Fuerzas Armadas tienen elementos buenos y malos. Pero en estos días, nuestros soldados y marinos han demostrado no sólo amor a México, sino también una alta capacidad para ayudar.

Más de cien personas han sido rescatadas de los escombros con la participación del Ejército, la Fuerza Aérea y la Armada.

Y así como fui testigo de que en 1985 los soldados nos quitaron a muchos de los sitios de derrumbe, en esta ocasión he podido ver –y estoy seguro de que no soy el único– a los militares trabajando hombro con hombro con los civiles, de forma eficaz y organizada.

Por eso, al soldado que lloró en Jojutla cuando encontró los cuerpos de una madre y su hija; a los marinos que entrenaron a Frida y otros perros rescatistas, y a los pilotos que han volado peligrosas misiones para llevar víveres, así como al resto de los militares que se la juegan por México, yo les doy las gracias.

Buscapiés

Una gran diferencia entre los sismos de septiembre de 1985 y los de septiembre de 2017 es la condición de la economía del país. Hace 32 años, la inflación anual acumulada al momento de los terremotos era de 57.5%. Hoy es de alrededor de 6.5%. El tipo de cambio pasó de 194 viejos pesos en septiembre de 1984 a 754 viejos pesos en septiembre de 1986. Entre el 6 de septiembre y el 26 de septiembre de 1985, la moneda mexicana se devaluó 6.18%. Entre el 8 de septiembre pasado y ayer, la depreciación del peso fue de tan sólo 1.46% (fuente: Banxico).
Ayer entrevisté en Imagen Radio a Octavio Flores Lomelí, quien sobrevivió a los sismos de 1985 luego de permanecer cinco días bajo los escombros del edificio Nuevo León, en Tlatelolco. Su historia da esperanza a quienes aún buscan a sus familiares en diferentes edificios derrumbados. Más aún, su experiencia puede ser útil para los sobrevivientes, pues como dice él, “yo puedo indicarles por dónde deben irse y por dónde no”. Tristemente, le impidieron el acceso a las áreas de los derrumbes en la avenida Álvaro Obregón y en la calle Coquimbo por faltarle un brazo. “Así no puede ayudar”, le dijeron. Información Excelsior.com.mx

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