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¿Qué elegimos? ¿Un mal predicador?

Por Ángel Verdugo

Si bien los gobernantes mexicanos han sido reacios a recurrir al monopolio legítimo de la violencia —elemento central de todo Estado—, para restaurar la legalidad rota por parte de grupos delincuenciales y criminales, no han dudado en recurrir a esa violencia en no pocas ocasiones, pero para aniquilar adversarios y sofocar movimientos sociales que, de manera legítima y pacífica pretendían hacer valer sus derechos.

Por otra parte, a partir del 2 de octubre del año de 1968 se hizo evidente la propensión a renunciar a un recurso legítimo para hacer respetar la ley por todos, sin distingo alguno. Hemos llegado al medio siglo de utilización cobarde de ese pretendido y falso sinónimo, que iguala represión con hacer que la ley sea respetada. Esta conducta, impensable en un gobernante con una comprensión mediana del Estado y su papel en las sociedades democráticas, se vuelve peligrosa cuando aquél, no sólo no entiende qué es el Estado y cuál su papel, si no que nos ofrece a cambio una falsa prédica moral que busca hacer pasar como si se fuere un mensaje religioso.

La comprensión cabal del concepto de Estado y su papel, es un elemento crítico en la gobernación; el que lo ignore, pone en peligro la gobernabilidad y la estabilidad política, así como la estabilidad económica y el crecimiento y la caída peligrosa de la confianza de los agentes económicos privados y los inversionistas del exterior.

En la era de las economías abiertas y la inserción en la globalidad, no hay decisiones fáciles e inocuas en la gobernación; por el contrario, las decisiones más sencillas implican una pérdida de popularidad para el gobernante y en ocasiones, un precio a pagar no despreciable para ciertos sectores.

La elección del nuevo gobernante en las democracias lleva una carga que las más de las veces no se ve; está bien oculta para un alto porcentaje de los ciudadanos que deciden emitir su voto. Es verdad que votan por el nuevo gobernante que ha hecho promesas mil —las más de ellas incumplibles—, pero no se dan cuenta de que en su voto va implícito el apoyo al que en su calidad de jefe de Estado deberá tomar decisiones impopulares y dolorosas.

Lo entienda y acepte o no, Éste, el elegido deberá tomar decisiones rosas las cuales, posiblemente, ni siquiera imaginó cuando era candidato. Las decisiones de un jefe de Estado trascienden, con mucho, programas y oferta electoral de los partidos; algunas tendrán que ver con utilizar lo que se conoce como el Monopolio Legítimo de la Violencia.

Éste, es el elemento central de todo Estado; es el recurso que debe usar el gobernante para restablecer el orden trastocado por grupos criminales que con sus violaciones de la ley ponen en peligro la estabilidad económica y política y también, amenazan la seguridad nacional.

Al tener que tomarlas, el gobernante responsable actúa acorde con su papel de jefe de Estado; debe tomarlas, además, con inteligencia y firmeza. Los que las condenan, no se dan cuenta que, al actuar así, aquél que eligieron responde a la confianza en él depositada.

Las decisiones impopulares y dolorosas no son fáciles y populares; de ahí que algunos gobernantes las rehuyan. Buscan la salida fácil la cual, las más de las veces es expresión de su falta de comprensión del papel a jugar como jefe de Estado y/o de su cobardía. También, otros evaden las decisiones difíciles —como recurrir al monopolio legítimo de la violencia— porque, privilegian su imagen y una efímera popularidad.

Los que así proceden, más temprano que tarde la realidad los exhibe, y el rechazo de sus seguidores es mayor que el esperado. Aquel gobernante que rehuye cumplir con lo más elemental de su papel como jefe de Estado por lo que fuere, se arriesga a ser manipulado y/o hecho a un lado del puesto que ostenta.

De lo antedicho, ¿qué podría decir usted de lo que pasa hoy en México? ¿Acaso López teme aplicar la ley sin distingo alguno? ¿Acaso estamos ante el que privilegia su imagen, en vez de utilizar los recursos que la ley pone en sus manos para hacerla respetar, sin distingo alguno?

¿Acaso nuestro gobernante actual, en su renuencia a hacer respetar la ley, recurre a ese eufemismo cobarde de equiparar represión con cumplir con su deber? ¿Qué piensa usted?

Información Excelsior,com.mx

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