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¿Quién seguirá después de Porfirio?

Por Ángel Verdugo

Sin duda, la nota periodística la ha venido dando Porfirio Muñoz Ledo —desde el sábado 8 de este mes en Tijuana—, al romper la ofensiva y lacayuna uniformidad en el acto de ese día. Las palabras de Porfirio fueron, a querer y aceptar y no, el balde de agua fría y un golpe al ego de López que ya urgía por parte de alguno de los cercanos.

El coro de elogios a López más la cansina letanía de autoelogios de Ebrard fueron, aquel día y los subsecuentes, la peor exhibición de cursilería y abyección política que ni los más babeantes adoradores de López pudieron imaginar que se registraría en torno a su figura. Porfirio ha sido pues, impensablemente, quien ha desafinado en el coro de aduladores del poderoso en turno.

Las palabras pronunciadas por quien ha sido todo, excepto presidente de la República —frustración que lo acompañará mientras viva—, vinieron a exhibir una gobernación que, por más fortaleza que intenta exhibir en el mitin permanente en el que la han convertido —tanto el gobernante mismo como los mudos aquiescentes de su círculo cercano y lejano—, lo que deja ver a cada paso es una debilidad extrema y, por si algo hiciere falta, una incomprensión de los problemas estructurales y sus causas que roza ya, se acepte o no, los linderos de la inestabilidad política y la entrada a un periodo recesivo.

Las amenazas abiertas a todo ciudadano que se atreve a poner la nota discordante en ese coro de adulación ofensiva y vergonzante en el que han convertido a buena parte de la población, deja ver de manera clara las inclinaciones autoritarias y verdaderas intenciones del que emula, con sus conductas actuales, a los peores gobernantes que hayamos tenido en México en muchos decenios.

Para complicar lo de por sí ya complicado, tenemos lo impensable: la adulación interesada de quienes al frente del organismo cúpula del empresariado mexicano, traicionan la esencia de lo que debe ser un verdadero empresario.

Sin embargo, poco a poco la verdad se abre paso; sin piedad alguna exhibe a los que traicionan lo más elemental de la dignidad personal. La cruda realidad de lo que vemos y padecemos exhibe al conformista e interesado que, con la mayor desfachatez y sin vergüenza y dignidad, pretende vivir de la dádiva que le tira el que todo le ha prometido; con ella pretende, a pesar de saber que eso es imposible pues no es ésta la primera vez que aparece un salvador que todo ofrece y nada cumple, vivir sin trabajar y sin realizar el mínimo esfuerzo personal por mejorar.

No debemos permitir que al nulo respeto de la norma y el desprecio de todo lo que significa legalidad, se aúne la amenaza del poderoso a todo aquél que busca proteger sus derechos por la vía legal. Una conducta así por parte del gobernante es mal presagio; es inadmisible que quien protestó cumplir y hacer cumplir nuestra Ley Suprema y las leyes que de ella emanen, se comporte —ya al frente del gobierno y del Estado—, como el bravero que abusa de su fuerza y a todo el que disiente atropella.

Es inadmisible también, que el grupo social que mejor entiende el papel de la libertad y el respeto de la ley, y la importancia de la vigencia plena del Estado de derecho, se comporte como un hipnotizado más, adorador del poderoso. El empresariado como grupo y cada uno de sus integrantes digno de ese nombre, jamás debe caer en la aquiescencia para con el poderoso; debe respetarlo, pero jamás inclinarse ante él y su poder. Por eso afirmo, qué peligroso es que hoy, el dirigente de la cúpula empresarial se una, con voz meliflua, al coro de babeantes e hipnotizados adoradores de López para, embelesado, rendir culto al que todo atropella.

¿Cabe esperar más voces como la de Porfirio? ¿Acaso la secretaria de Gobernación será la siguiente que dé la nota discordante y regrese al Senado, espacio de donde jamás debió haber salido? ¿Y qué decir de mi estimado paisano, Alfonso Durazo, hoy ninguneado y hecho a un lado? ¿Dónde está la dignidad de diputados y senadores que representan a los ciudadanos y a las entidades federativas?

¿Dónde los comentaristas y académicos? ¿Dónde los funcionarios que cotidianamente son atropellados por los recién llegados quienes, amparados en una hipócrita y convenenciera posición ideológica atropellan a los que no comulgan con sus acedos clichés? ¿Dónde, en pocas palabras, quedó nuestra dignidad? Específicamente, ¿dónde quedó la de usted? Información Excelsior.com.mx

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