domingo , abril 28 2024
Home / Opinión / ¿Sería aceptable votar en favor de lo que no funcionó?

¿Sería aceptable votar en favor de lo que no funcionó?

Por Ángel Verdugo

Espero que no sea una ilusión juvenil mía o un deseo sin el menor sustento en nuestra realidad, aspirar a que en los casi tres meses de campaña —que van del 30 de marzo al 27 de junio— seamos capaces de hacer un recuento del conjunto de políticas públicas que, por decir lo menos, no han funcionado.

¿Por qué ese recuento y análisis ­—por somero que fuere— sería obligado? ¿Por simple nostalgia, por añoranza de aquel ¡Arriba y Adelante!, y La solución somos todos?

Sin duda, para no pocos, recordar es vivir, diría el clásico; sin embargo, cuando se trata del desarrollo de un país durante un periodo como el que me ocupa hoy —casi 50 años— y de los problemas estructurales enfrentados durante esos mismos años; también, de manera especial, debemos intentar recordar las políticas públicas aplicadas y sus resultados.

Las cosas, pues, pienso, deben ir más allá de la pura nostalgia o de los recuerdos que cada uno podamos tener de esos años. Debemos, con objetividad, al menos intentar decirnos lo positivo de las decisiones de los gobiernos de esos años a la fecha y también, para poder formarnos una visión que refleje lo que enfrentamos y cómo intentamos resolverlo, decirnos lo que no funcionó, los daños causados y el costo que hemos debido pagar para corregir lo que no funcionó. Esto último nos lleva, no tengo duda, a recordar lo que es crítico hoy: ¿Qué funcionó y qué no?

La obligación de llevar a cabo hoy este recuento se debe, esencialmente, a la coyuntura electoral; una vez más —como ha sucedido estos últimos 30 años—, están enfrentadas dos visiones del desarrollo. Una, la que no ha funcionado, además de haber causado daños inmensos a los países donde los gobernantes —por razones de índole diversa— han insistido en mantener dicha visión como guía de su gobernación. Otra, la que a la luz de las evidencias en decenas de países demostró ser la correcta y obligada.

¿Identifica ambas vías? ¿Identifica qué candidato se inclina por cuál de las dos? ¿Qué partidos de los nueve que han conformado las tres coaliciones promueve y defiende cada una de aquéllas?

¿Cuál sería el objetivo buscado con las respuestas a las tres preguntas del párrafo anterior? Simple y sencillamente, responder la pregunta del título: ¿Es aceptable votar en favor de lo que no funcionó? Puesta en otras palabras, la pregunta podría ser ésta: ¿Nos tropezaremos, otra vez, con la misma piedra? ¿Sería racional hacer esto último?

Los casi tres meses de la campaña deberían, cuando menos, ayudarnos a dar respuesta a esas tres preguntas y, sin duda, a muchas más de índole similar. El desarrollo de un país y su sociedad —es más que evidente— no sigue una línea recta, menos va por autopista; la ruta es sinuosa y el camino —en no pocos tramos— es de mala terracería. Sin embargo, quien sabe a dónde quiere llegar, por encima de esas dificultades, llega a su destino. Esto lo evidencia la experiencia acumulada en decenas de países durante estos últimos 50 años, pues son más los que han acertado al haber persistido en la ruta correcta.

¿Qué decidiremos los más de 50 millones de electores que acudiremos este 1 de julio a dar nuestro voto, en favor de uno u otro candidato? ¿Qué consideraciones tomaremos en cuenta frente a la disyuntiva de más pasado o el futuro? ¿Llegaremos a la urna con la boleta cruzada en favor de lo que demostró no funcionar o en favor de ese futuro que deberemos construir?

La decisión, dígase lo que se diga, será de cada uno de nosotros. Información Excelsior.com.mx

Compartir en:

Check Also

Balance obligado: nada sale bien, todo lo hace mal

Por Ángel Verdugo Las cosas, tal y como he venido diciendo desde hace meses —entre …

Deja un comentario