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¿Es buena idea pagar a las personas para que se vacunen contra el COVID-19?

Los países se aprestan a aprobar las inyecciones con el fin de ayudar a paliar la pandemia, pero algunos recursos pueden resultar contraproducentes.

La primera vacuna COVID-19 en obtener la autorización de uso de emergencia en Estados Unidos podría darse próximamente, ya que la candidata de Pfizer y BioNTech fue respaldada por un panel asesor externo de la Administración de Alimentos y Medicamentos el 10 de diciembre.

Dos días antes, un panel interno de la FDA aprobó la inyección. Estos fueron los últimos pasos necesarios antes de que la dependencia autorice la vacuna, que pronto se administraría a los trabajadores de la salud en todo el país.

Pero mientras que ellos, que serán los primeros en recibir la vacuna, parecen ansiosos por ser inyectados, otros no están tan convencidos. De hecho, estudios recientes indican que muchos estadounidenses no planean recibir una vacuna contra el COVID-19, incluso si hay una disponible sin costo.

Si los niveles de vacunación no son sólidos, llevará más tiempo alcanzar la inmunidad colectiva (de ‘rebaño’) o una protección generalizada dentro de una población. En respuesta a estas preocupaciones, varias personas han sugerido que los gobiernos deberías proporcionar un incentivo monetario para fomentar que la gente acuda a recibir las dosis.

Nosotros somos profesores de Derecho de la salud y, en nuestra opinión, es importante entender cómo esto funciona.

¿Por qué el pago de la vacunación puede exacerbar la desconfianza de la vacuna, y cómo este incentivo encaja en la historia más amplia de incentivos monetarios en salud pública? Te explicamos.

La idea detrás de de dar dinero para la vacunación contra el COVID-19
En el verano y principios del otoño de este año, varias encuestas indicaron que la cantidad de estadounidenses que planeaban vacunarse contra el COVID-19 era menor de lo deseable.

Los expertos estiman que lograr la inmunidad colectiva requiere que entre el 67 y el 85 por ciento de los estadounidenses se vacunen. Una encuesta reciente del Pew Research Center mostró que solo el 60 por ciento de los estadounidenses estaban considerando recibir la inyección.

Si las tasas de vacunación son realmente bajas una vez que las vacunas estén disponibles a gran escala, Estados Unidos tardará más en frenar la pandemia. Además, muchos estadounidenses que expresan desconfianza por las dosis son miembros de minorías raciales, que se encuentran precisamente entre los grupos más afectados por la pandemia.

La idea de los incentivos monetarios parece sencilla: pagar a las personas para que se vacunen. Uno de los primeros proponentes, el economista Robert Litan, calificó la idea de “una versión adulta del médico que reparte dulces a los niños”.

Litan sugirió que el Gobierno debería pagar mil dólares (más de 20 mil pesos) por cada persona que reciba una vacuna COVID-19. Él admitió en su propuesta de que no se había apoyado en todos los estudios y los datos para llegar a este número, explicando que la cantidad de pagos propuesto era una “corazonada”.

Desde entonces, su idea ha sido respaldada por destacados comentaristas. Estos incluyen al economista Gregory Mankiw y al político John Delaney , quienes sugirieron que el incentivo debería aumentarse a mil 500 dólares (30 mil 122 pesos).

¿Cuándo sí y cuando no funciona el dinero?

Pagar incentivos a las personas que asumen riesgos de salud para ayudar a otros no es algo nuevo. El ejemplo más común son los ensayos clínicos. Los participantes en estos ensayos a menudo reciben pagos fijos que suelen oscilar entre 25 y mil dólares (502 a más de 20 mil pesos) para cubrir los costos de participación y quizás para compensar el tiempo de los participantes.

Los investigadores no tienen la intención de que estos pagos induzcan a los sujetos a asumir riesgos que de otro modo rechazarían. Pero existe la preocupación de que, si los investigadores clínicos pagan a los sujetos potenciales por asumir riesgos, sus ensayos clínicos se aprovechen de las personas más pobres para quienes el pago haría la mayor diferencia.

La ley retiene la autorización para los ensayos clínicos en los que hay motivos para sospechar que los grandes pagos inducían a las personas a correr riesgos en contra de su buen juicio.

Si bien varios estudios demuestran que los pagos nominales rara vez hacen que una persona dé su consentimiento para una investigación clínica que la persona cree que es riesgosa, los datos muestran que los pagos de hasta mil dólares (arriba de 20 mil pesos) hacen que los participantes potenciales perciban la investigación propuesta como altamente riesgosa.

Esas personas buscan información sobre riesgos y la revisan más de cerca que otras a quienes se les ofrecieron pagos significativamente menores.

La compensación monetaria también está disponible en otros casos. Por ejemplo, los pagos por la donación de plasma actualmente oscilan entre 30 y 60 dólares (602 a mil 204 pesos).

La compensación por la donación de gametos también es posible, con 35 a 125 dólares (702 a 2 mil 510 pesos), siendo el rango para las donaciones de esperma, y 5 mil a 10 mil dólares (100 mil 407 a 200 mil 815 pesos) el rango para las donaciones de óvulos.

También hay casos en los que ha sido eficaz empujar a las personas para que dejen de comportamientos no saludables.

Los estudios han demostrado que pagar a las personas para que dejen de fumar puede ser un incentivo poderoso. Estos estudios ofrecieron recompensas a los fumadores que oscilaron entre 45 y 700 dólares (903 a más de 14 mil pesos). Las personas que recibieron una recompensa tenían menos probabilidades de volver a fumar, incluso después de que terminara el incentivo monetario.

Por el contrario, la Ley Uniforme de Donaciones Anatómicas prohíbe expresamente el pago de donaciones de órganos. Aquí, la preocupación es que permitir los pagos socavaría el altruismo subyacente al sistema actual, de modo que nadie daría sus órganos de forma gratuita si hubiera un mercado para ellos. Y donde hay mercado, explotará a los más pobres entre nosotros, que son los más vulnerables.

En los países que no prohíben el pago de órganos humanos, existe evidencia anecdótica de intermediarios y proveedores de atención médica sin escrúpulos que se benefician de la desesperación de los receptores ricos a expensas de los donantes empobrecidos y vulnerables.

¿Por qué el dinero para la vacunación COVID-19 es diferente ?
En el contexto médico, los incentivos monetarios no suelen estar disponibles cuando los participantes asumen un riesgo de salud que, no obstante, les proporciona algún posible beneficio personal.

En cambio, el pago es más probable para las personas que aceptan participar en ensayos clínicos en los que es poco probable que los involucrados se beneficien médicamente. Esto también se aplica a los pagos por donaciones de plasma y gametos dado que los donantes no se benefician médicamente de su participación.

Un plan de pago masivo diseñado para promover la vacunación contra el COVID-19 sería muy diferente a los incentivos monetarios actuales. Además de su novedad, nuestra preocupación es que tal esquema tendría consecuencias no deseadas.

En primer lugar, no tenemos estudios de comportamiento reales en esta área, a diferencia del caso de las recompensas para dejar de fumar. Del mismo modo, como admiten los defensores de las recompensas por vacunación, no hay datos sobre cómo establecer la recompensa adecuada.

En segundo lugar, la propuesta podría resultar contraproducente. Las personas que ya no confían en las inyecciones pueden considerar la mera disponibilidad de pago como una confirmación de que la vacunación es especialmente riesgosa o indeseable.

Y las personas u organizaciones interesadas en promover la desinformación sobre las vacunas pueden presentar el pago originado por el Gobierno como “prueba” de agendas ocultas o de estado profundo asociadas con la vacunación.

Si la gente percibe el incentivo monetario de esta manera, eso podría contribuir a una mayor vacilación por la vacuna, precisamente lo contrario de lo que se pretende hacer.

En tercer lugar, nos preocupan los fundamentos socioeconómicos de esta propuesta.

Se supone que una cantidad cercana a los mil dólares (20 mil dólares) impulsa a una persona a cambiar sus actitudes hacia la vacunación. En la práctica, esto significa que las personas más ricas, que no se mueven por esa cantidad, pueden simplemente ignorar la recompensa.

Sin embargo, se espera que las personas más pobres cambien sus comportamientos a cambio de dinero. Este es un enfoque paternalista que no ayuda a generar confianza en el gobierno y las autoridades de salud pública entre las comunidades más pobres.

Por estas razones, instamos a que los reguladores y legisladores sean cautelosos en esta área. Todos queremos que la pandemia termine lo antes posible. Pero tenemos que conseguir los incentivos adecuados, lo que implica confiar en los datos y no solo en teorías no estudiadas.

Información elfinanciero.com.mx

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