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¿Le interesa saber de lo que sucede más allá de su entorno?

Por Ángel Verdugo

Las dificultades para responder esa pregunta comienzan, a querer y no, con la precisión obligada de eso que solemos llamar: nuestro entorno.

¿Qué es para usted su entorno? ¿Su casa, y la familia inmediata que va con ella? ¿O quizás su colonia y/o la ciudad donde vive y trabaja? O si usted fuere alguien que viaja por la entidad o el país por razones profesionales, ¿podría afirmar que esos espacios serían su entorno? Si seguimos así, en pocas preguntas llegaríamos ante un astronauta y obligadamente le preguntaríamos: ¿es el espacio, su entorno?

En los tiempos que corren, la era de la apertura de las economías y la globalidad, y de la interdependencia económica y política más que la autarquía feudal y el aislamiento (entendido éste como sucedáneo de una independencia la cual, algunos la ven como si estuviéremos viviendo allá por los años cincuenta del siglo XIX), ha venido, no únicamente a simplificar la respuesta de la primera pregunta del segundo párrafo (¿qué es para usted, su entorno?), sino que la ha vuelto casi inútil.

Hoy, dadas las condiciones que la apertura de las economías y la globalidad han generado, aquellas precisiones territoriales han perdido mucho de su significado, si no es que todo. Hoy, es casi imposible afirmar que el entorno de quien viaja por éste o aquel país como parte de sus labores es el territorio de dicho país porque, lo que suceda en un país lejano le afecta más de lo que imagina y también, casi en tiempo real.

Si estuviere de acuerdo conmigo en lo que he planteado en los párrafos anteriores, también lo estaría entonces en lo que sigue: en una muy buena parte del territorio de este continente, sus habitantes no únicamente ven su pedacito como su entorno, sino que, cuando se les explica con argumentos debidamente sustentados que la realidad es completa y radicalmente diferente, se niegan a aceptarlo.

Es más, en relación con esta última negativa diría, que se niegan incluso a analizar los argumentos que se les ofrece y se cierran pretendiendo quizá con ello, que automáticamente la nueva realidad retrocederá a los tiempos de las economías cerradas cuando, cada país (o cada región de esos países) eran un universo en sí mismos.

Esto que afirmo es válido en los tiempos que corren, no únicamente en el ámbito de la economía, sino en terrenos aparentemente tan alejados de la frialdad económica como podrían ser el tamaño de las familias, la visión de la vida en aspectos como la tolerancia y, sobre todo, las aspiraciones que en materia de vida y trabajo tienen los jóvenes de hoy en día.

Esto que vemos todos los días como algo que forma parte de la nueva normalidad, ¿le ofende a usted? ¿Le molesta a tal grado, que condena y trata de reprimir a hijos y nietos? De hacerlo, ¿entiende y acepta que está, antes de lanzar siquiera el primero de sus argumentos a favor de una visión de la vida, vigente allá por los años cincuenta o sesenta del siglo pasado, completamente derrotado?

¿Hay solución para eso? Sí, por supuesto. Haga un recuento de cómo fueron sus enfrentamientos con sus padres cuando usted rondaba los quince años, allá por los años cincuenta o sesenta del siglo pasado. ¿Cómo era usted? ¿Se comía el mundo a puños?

Hoy, hijos y nietos nos hacen lo que nosotros hicimos con nuestros padres y abuelos con una diferencia; allá por esos años, ir a estudiar al DF era el gran riesgo y hoy ir al extranjero a buscar un mejor futuro no es riesgo, sino la gran oportunidad. Información Excelsior.com.mx

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