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Nos falta mucho, pero fue un buen principio

Por Ángel Verdugo

La celebración del primero de los tres debates obligatorios —como parte de la campaña para elegir Presidente de la República— fue hace tres días, este domingo 22. Hoy miércoles, prácticamente no hay una persona que no haya expresado su opinión favorable al debate, al menos por el formato del mismo.

Repito, no por el desempeño de los candidatos sino por el formato aprobado, puesto en práctica por primera vez en nuestro país. Si bien estamos lejos aún de la forma cómo debaten en Estados Unidos, Francia y el Reino Unido por citar tres países, lo de este domingo fue, desde mi perspectiva, un buen principio.

¿Qué dirá el elector mexicano después de este 12 de junio, cuando se haya llevado a cabo el tercero de los debates entre los candidatos a la Presidencia? ¿Valorará el intento por mejorar la forma de debatir? ¿Aprovechará el nuevo formato y sus ventajas, para aprovechar los más y mejores elementos que le ayudarían —en caso de no haber decidido su voto—, a votar no inercialmente, sino responsable y debidamente informado?

No pocos afirman desde ahora, que de nada servirá el esfuerzo por poner al día —democráticamente hablando— nuestra forma de debatir la cual, para ser objetivos, deberíamos decir que, de debatir, nada tenía.

Sin embargo, sin descalificar esa posición, pienso que los beneficios se verán en el mediano plazo; en el corto plazo, no tengo duda, los más interesados serían los electores menores de 35 años. Es de gran importancia esto porque, es en ese rango de edades donde se registra el mayor porcentaje de abstencionismo sin dejar de mencionar que esos electores (al 20 de abril de este año), son casi 36 millones.

Si bien debemos reconocer los bajos niveles de cultura democrática que tenemos en México, es obligado también pensar que este nuevo formato, por su dinamismo frente al acartonamiento anterior, podría contribuir positivamente a interesar a más ciudadanos. El Listado Nominal (al 20/04/2018), vale la pena el dato, está formado por 89’435,000 ciudadanos. De ahí que un incremento de la participación el día de la elección del 5.0%, se traduciría en casi 4.5 millones más de votantes.

¿Qué significaría que en esta elección del 1 de julio tuviéremos un 60% de participación? ¿Acaso se trataría de un interés mayor por parte de los electores? Por otra parte, algunos especialistas hablan ya, por el interés que ha generado el elevado número de puestos de elección popular en juego (3,416), que dicho porcentaje podría llegar al 70% del Listado Nominal; es decir, hablan de casi 63 millones de votantes lo cual, sin duda, sería una buena señal para nuestra democracia.

De registrarse ese último porcentaje, ¿significaría una mejora automática de nuestra democracia? Por supuesto que no; la mejoría de una democracia se da, no sólo por la alta participación sino por la cultura democrática de los ciudadanos y de los candidatos y sus partidos.

Es claro, de mantenerse ese porcentaje en los próximos procesos electorales, que sí habría una elevación del nivel de cultura democrática del ciudadano; su alta participación significaría, indudablemente, un interés en la cosa pública, y un involucramiento mayor y más consciente.

No adelantemos vísperas; sería mejor esperar al 1 de julio; no sólo para ver el nivel de participación, sino la conducta que adoptarán los perdedores, y sus partidos y/o coaliciones.

Por lo pronto, todo indica que habrá un gran interés de los ciudadanos; espero no estar equivocado. Información Excelsior.com.mx

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